La elevación del bable a la categoría de lengua cooficial nos va a costar a los asturianos 20 millones de euros, según estimaba el propio presidente de la Academia de la Llingua hace algunos años, así que ahora serían bastante más. Eso sin contar lo que nos ha llevado ya. Volver a la vida a un cuerpo exánime es tarea costosa, sobre todo si es necesario realizar numerosas operaciones de trasplantes, unir órganos, coyuntar huesos, injertar arterias y dotarle de una actividad más o menos funcional. Toda esta ardua labor ya se ha ido realizando durante los últimos años. El gasto de ahora es para ponerlo a caminar.
Veinte millones son muchos millones y, salvo que se disponga de la
fortuna de los muy poderosos, siempre es prudente pensárselo muy bien antes de
darles un empleo. Con veinte millones podrían hacerse muchas cosas, y más en
una región empobrecida y vulnerable a todos los vaivenes de las políticas
económicas, según comprobamos a cada uno de ellos. Pero parece que esto de la
cooficialidad va a enriquecernos una barbaridad. Se dice que es más bien una
inversión, que "sería un revulsivo para la industria editorial,
discográfica, tecnológica, para los medios de comunicación, para el turismo...".
Puede ser. Quizá poniendo grandes dosis de buena voluntad podamos imaginar que
cambien tan radicalmente las cosas que lleguemos a disfrutar de tantos
beneficios, pero lo cierto es que resulta difícil de atisbar. No está claro
cómo puede afectar a la industria tecnológica un habla totalmente carente de un
léxico científico y técnico, ni a la editorial la edición de libros que se
amontonan sin salida en los almacenes, ni a los medios de comunicación, ni
mucho menos al turista que se encuentra con que en su propio país no entiende
los letreros ni los indicadores; se lo tiene que pasar muy bien; seguirán
viniendo, claro, pero no será por la nueva situación lingüística.
Tenemos un conjunto de hablas campesinas al que siempre hemos
llamado bable. Nuestro humilde y querido bable, que ha tenido que someterse a
un largo proceso de maquillaje para ser introducido por la fuerza en los
palacios, él, que nunca quiso salir de las cabañas. Nuestro bable, que ve cómo
le modifican hasta el nombre y se lo elevan a la categoría de gentilicio. Ese
bable nuestro, que nunca ha sido problema para nadie y que seguramente a partir
de ahora nos va a complicar a todos la vida con su intromisión forzada en
campos a los que nunca fue llamado. Y que, salvo para llenar ese pequeño
escondrijo en el que todos guardamos algunos de nuestros afectos más
entrañables e inútiles, no sirve para nada.