jueves, 24 de septiembre de 2009

El sacrificio de cada año

Tengo delante de mí un libro de texto de los muchos que los padres se ven obligados a comprar por estas fechas. Ha costado 68 euros, o sea, 11.300 pesetas, si así se dan mejor idea. No es un tratado de biología molecular ni un sesudo volumen para estudiar en los cursos superiores de alguna facultad. Es el libro que le piden a un niño de cuatro años, o sea, en pre-escolar. En realidad se trata de un conjunto de cuatro cuadernillos en los que el niño habrá de hacer sus garabatos infantiles. Pues ya lo ven: 68 euros.
¿Quién es el responsable de este disparate? ¿En qué despacho se toman estas decisiones? ¿Qué intereses se mueven detrás de este abuso? Inútil esperar respuestas. Hay quien dice que en el desmadre educativo en que estamos, en el que cada región tiene libros distintos, las tiradas por fuerza han de ser pequeñas y, por tanto, los precios altos, y que si los textos fueran únicos para toda España, otra cosa sería. Parece verosímil, pero a ver quién se lo cuenta a los políticos. Mientras tanto, los padres a hacer el sacrificio del año.
Políticos, colegios, consejos escolares y administración participan de este desaguisado, cada uno en su medida, aunque no hay que gozar de mucha agudeza para ver que si alguien tiene poco interés en que esto se resuelva son las editoriales. Al fin y al cabo, unos padres jamás regatearán ningún sacrificio por la formación de sus hijos, y mientras ese sacrificio pueda ser transmutado en ganancia, pues alabado sea el cielo. Y mientras las Asociaciones de Padres no se planten con firmeza y amenacen con dejar a sus hijos en casa hasta que alguien decida tomar las medidas que sean para evitar este saqueo de cada año, así seguirá, porque de la sensibilidad de los que mandan poco cabe esperar.
Los frutos del estudio son dulces, pero su raíz es amarga, decía Catón. Que se lo venga a preguntar a los padres de hoy.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Información fugaz

Leer los periódicos atrasados, aunque sea tan sólo de unos días, constituye un ejercicio lleno de enseñanzas sobre el paso del tiempo. Si fuera posible fijar un patrón de medida para lo efímero bien podría ser ese. Nada es menos duradero que la actualidad. Un comentario de hace unas semanas, leído hoy, nos suena ajeno por su lejanía; una noticia de hoy mismo, dentro de diez días será un dato histórico; un libro, una canción, una película han de aprovechar su corta vida para venderse antes de caer en el olvido. Nada queda, nada enraíza. La actualidad dura lo que dura el día. El ayer ha perdido su valor. El presente, ese instante que sólo puede ser un punto entre la ilusión y la añoranza, se ha extendido hasta ocuparlo todo. Vivimos un presente continuo.
Nos proporcionan comida en abundancia y nos incitan a engullirla toda, pero no nos permiten ni la más breve siesta para hacer la digestión. Mandan los intereses de las cuentas de resultados; la información, al fin y al cabo, es un negocio.
El caso es que, si sólo por un momento nos detenemos a pensar, veremos que nos estamos convirtiendo en meros espectadores de nuestro tiempo, renunciando a ser sus intérpretes. Testigos a quienes se les informa exhaustivamente de los hechos, negándoles luego la posibilidad de su análisis. Nuestra capacidad de entendimiento nos está siendo atrofiada y, lo que es peor, sustituida por una nueva misión: la de ser simples receptores pasivos de noticias. Seremos unos seres no pensantes llenos de noticias.
En la corriente de cada día se deslizan hechos y sucesos que la próxima semana ya nadie recordará, opiniones que no da tiempo a responder, porque cuando se hace, la respuesta ya ha perdido la relación con su origen. Río caudaloso del que se aprovechan perversamente quienes conocen bien sus efectos. Entre los políticos hay verdaderos especialistas en ello. Cualquier mentecato suelta por la boca cualquier insulto o cualquier estupidez. Pero cuando llegue la respuesta ya estará casi fuera de contexto y será tapada por la nueva actualidad.
Uno no sabe dónde puede estar el remedio para todo esto, ni siquiera si lo hay, pero cree en la eficacia del ejercicio crítico y del desarrollo del criterio selectivo como medio de autodefensa. En todo caso, tampoco está seguro de que merezca la pena reflexión alguna sobre ello. Mañana este artículo ya no será nada.