miércoles, 26 de abril de 2023

Rostros del pasado

Perdida entre la habitual bambolla de la actualidad, desapercibida para las tertulias y para los que manejan el cotarro mediático, nos llega una noticia del pasado que bien merece una calurosa bienvenida, aunque no sea más que porque nos sirve para salirnos por un momento del presente y, sobre todo, porque ayuda a desvelarnos parte de la oscuridad de nuestro tiempo remoto. La cansada mirada diaria agradece que se la aparte ocasionalmente de la acostumbrada inanidad que nos rodea y se la lance a lo lejos, allí donde sólo habitan el sosiego del conocimiento y la serena reflexión sobre nuestro origen.
La noticia nos da cuenta de que en un yacimiento extremeño se han hallado por primera vez esculturas de rostros humanos pertenecientes a los tartesios, esa civilización que se nos presenta más envuelta en misterios que en certezas. Son dos caras femeninas del siglo V a. C. talladas en piedra, que constituyen las primeras imágenes humanas que nos llegan de esta civilización y posiblemente los rostros de los compatriotas más antiguos que conocemos. Se trata de esculturas de rara perfección, de facciones equilibradas, labios carnosos insinuando una sonrisa, grandes pendientes y peinado elegantemente tratado. Este esmero en la imagen y su calidad artística invitan a pensar que podría tratarse de personajes destacados de la sociedad tartésica o quizá de divinidades femeninas de su panteón. Si es así, dicen los expertos que supondría un cambio absoluto de paradigma en la interpretación de la cultura tartésica, que siempre se había considerado anicónica al representar a sus dioses mediante motivos vegetales, animales o piedras sagradas. Esta plasmación humana del poder divino deja abierto un camino para una nueva consideración de la civilización tartésica alejada de Gárgoris y Habis. Y es que Tarteso forma parte de la historia mítica de España y hallazgos como este nos permiten esquivar su halo de leyenda, que a veces no nos deja evaluar imparcialmente lo que sabemos con certeza.
No es sólo una rutinaria cuestión de arqueólogos. Se ha añadido un nuevo fascículo a nuestra Historia del Arte componiendo un capítulo que tenía las páginas en blanco y que supone un apasionante prólogo de nuestra posterior trayectoria artística. Ahora surge el lado humano, sin respuesta posible. Viendo esos rostros de expresión serena, que parecen mirarnos con cierta condescendencia desde lo profundo del tiempo, cabe preguntarnos a qué voluntad obedecen, qué emociones representan, qué creencias las motivaron o quiénes se conmovieron con su presencia.


miércoles, 19 de abril de 2023

Lindísima amapola

 Por el campo castellano la primavera parece que llegara con una gana irrefrenable, mucho más que por aquí, por el norte, donde viene resuelta más bien en puro follaje y como con prisas de entrar pronto en el verano. En la llanura, la primavera se asienta con el gozo de quien se sabe bien recibido y puede lucir todas sus gracias sin obstáculo alguno. Están los jarales blancos, y los sembradíos cubiertos en toda su extensión por el rojo ondulante de las amapolas. Asoma el trigo verde como una esperanza, y el centeno, más pálido, y el alcacel, y hasta los taludes que bordean ambos lados de la carretera parecen inmensos macizos de flores, plantados quién sabe por quién, azules de genciana, blancos de margaritas, violetas de violetas y rojos, sobre todo rojos, de la gran flor simbólica de las tierras de pan y cereal. Luego llegará la espiga dorada y aún después la viña, pero el problema de éstas con la primavera es que ya no forman parte de ella. O sea, exactamente el mismo que tenemos los hombres con la juventud.
Si uno se decide a internarse en el campo comenzará a sentir los aromas infinitos del aire, que la primavera no sólo es hacedora de colores ni halaga únicamente a la vista, sino a casi todos los sentidos, aunque a unos más que a otros. A este del olfato, el más sutil de todos, desde luego que sí. La llanura de las hondas perspectivas serias, la de las castas soledades hondas y de las grises lontananzas muertas, es en primavera, ante todo y sobre todo, color y aroma, ambos estallantes, como si toda la sensualidad residiera en lo que se ve y se aspira y no hiciera falta más. O acaso como si cada tierra tuviera asignada su contribución específica en la gran tarea del gozo de la vida. El campo castellano aspiró profundamente el aire del asturiano y le dijo: eres un campo sin olores. Y el asturiano se quedó un momento escuchando y replicó: y tú un campo sin sonidos. Luego se dieron la mano y reconocieron que los dos tenían razón, aunque ninguno del todo.
Por el campo castellano están viviendo las amapolas su breve existencia, ofreciendo al viajero la visión del terruño enrojecido como una herida gozosa. Luego, el sol del verano igualará los colores y todo será amarillo y ocre, pero ahora merece la pena detenerse y mirar y sentir y aspirar y saber que es impiedad pasar de largo, porque nada justificaría negarse a la invitación de tratar de alcanzar el viejo sueño del poeta: ver el cielo en una flor silvestre y encerrar la eternidad en una hora.

miércoles, 12 de abril de 2023

Reencuentro triste

Hemos vuelto a las rutinas de siempre después de este tiempo que cada primavera nos concede el calendario para levantar la cabeza de nuestra mesa diaria del trabajo de vivir. Es un alto que se ha hecho necesario para separarnos por un momento del presente y darnos oportunidad de examinar nuestra andadura, aunque sea a costa de recordarnos que el año ya lleva gastado un cuarto de su vida. El tren se ha detenido y da tiempo al viajero a serenar la mirada y a concentrarla en lo que nunca había fijado su atención.
Para el creyente cristiano la Semana Santa es la ocasión propicia para pararse a fortalecer su fe y recargar sus reservas espirituales ante la contemplación de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, que constituye el núcleo fundamental de su instalación espiritual. Recogido en su interior o ayudado por las abundantes manifestaciones exteriores, tratará de acercarse a la meditación del dogma de la redención y, a través de él, al gran misterio del ser humano: cuál es el sentido de nuestra vida, y quizá de sus meditaciones salga un hombre mejor.
Para el que ve esta semana tan sólo como un tiempo de vacaciones, son unos días alegres y despreocupados, en los que merece la pena aguantar atascos, retenciones y caravanas con tal de tumbarse unas horas en una playa o de visitar un lugar que poder recordar el resto del año. Las procesiones no tienen más profundidad que la de un elemento folclórico que se contempla con la curiosidad del turista o con la indiferencia del ya habituado, según la procedencia de quien las mire. Incluso para los que han preferido quedarse en casa ha sido una semana de agradable paz, con el Gobierno inactivo, los políticos más o menos callados y sin más agitación mediática que la que causó una señora que se las arregló para ser a la vez madre y abuela de un niño.
Y para todos, esta pausa viene a ser el momento del olvido que, aunque sea fugaz, se presenta como un anhelo; ya vendrá luego la realidad, y en ella ya estamos de nuevo. Es hora de asimilar, por ejemplo, que nos han destruido una parte del paisaje y que se hace imprescindible establecer un firme propósito de que eso no vuelva a suceder jamás, poniendo todo lo necesario para evitarlo, incluyendo el cambio del código actual. Qué triste el reencuentro con lo que habíamos dejado, qué sensación de desolación ante la negrura en que se han convertido nuestros queridos bosques y qué impotencia frente a las manos cobardes que encendieron las llamas.

jueves, 6 de abril de 2023

Ora vez la primavera

El aire que se lleva las hojas del calendario es el único que es constante en su fuerza y puntual en el tiempo. Ya se han ido las mimosas y los ciclámenes, que esas son flores a contracorriente, y están iniciando su marcha las azaleas después de haber atisbado la esperanza. Llegan ahora margaritas, cristalinas y prímulas, que son flores primerizas y con prisa, y se preparan hortensias, rosas, lilas y narcisos, y pronto estará completa toda la corte de esta dama vanidosa y bella, desde el humilde jaramago hasta su majestad la camelia. La flor de alta alcurnia y la sencilla flor que ilumina de colores los campos recién estrenados, las dos como un milagro renovado, símbolo confeso de tantas imágenes y del jamás colmado anhelo palingenésico del hombre. Que sigan siendo definición y metáfora, que para algo habrá de servir a nuestra comprensión, y que nadie recuerde que en el fondo todo se debe a una inclinación circunstancial del eje de rotación de este planeta atípico.
No hay juego más sencillo de entender que este de la vida, en el que todo consiste en una sucesión continua de nacimiento, muerte y renovación. Quizá sean las únicas reglas que no admiten ninguna excepción, ni siquiera para ser confirmadas. Nuestra visión global del mundo según un principio antrópico nos impide asomarnos a él desde un balcón ajeno, y por eso nos parece perfecto, pero en este único mundo que tenemos la vida basa su propia existencia en la acción consecutiva de nacer, morir y renacer. La vida en general, no la del hombre, al que sólo se le conceden los dos primeros actos. El hombre jamás podrá admirarse ante su segunda primavera.
Y en el bosque y en los retamares ya se han despertado a la vida aquellos a los que el frío durmió, y al celo todos, porque esa es condición previa de la vida misma. Pronto volverán los que se fueron en busca de inviernos más llevaderos y comenzará de nuevo el camino anual hacia la plenitud. No es fácil escapar de la alegoría ni siquiera como fuente de inspiración; ahí está esa infinita canción que poetas, pintores y músicos dedicaron a la primavera a lo largo de todos los tiempos, como si fuera la deidad de un panteón creado exclusivamente para adoradores de la belleza. Pero la flor que se abre y mil flores surgiendo y un campo cuajado repentinamente de colores no ofrecen muchas posibilidades de definición, ni siquiera para la palabra. Quizá la imagen más aproximada de la primavera sea la que dio un poeta japonés: "La flor cae de la rama y vuelve a la rama. Ah, no; es una mariposa".