Perdida entre la habitual bambolla de la actualidad, desapercibida
para las tertulias y para los que manejan el cotarro mediático, nos llega una
noticia del pasado que bien merece una calurosa bienvenida, aunque no sea más
que porque nos sirve para salirnos por un momento del presente y, sobre todo,
porque ayuda a desvelarnos parte de la oscuridad de nuestro tiempo remoto. La
cansada mirada diaria agradece que se la aparte ocasionalmente de la
acostumbrada inanidad que nos rodea y se la lance a lo lejos, allí donde sólo
habitan el sosiego del conocimiento y la serena reflexión sobre nuestro origen.
La noticia nos da cuenta de que en un yacimiento extremeño se han
hallado por primera vez esculturas de rostros humanos pertenecientes a los
tartesios, esa civilización que se nos presenta más envuelta en misterios que
en certezas. Son dos caras femeninas del siglo V a. C. talladas en piedra,
que constituyen las primeras imágenes humanas que nos llegan de esta
civilización y posiblemente los rostros de los compatriotas más antiguos que
conocemos. Se trata de esculturas de rara perfección, de facciones
equilibradas, labios carnosos insinuando una sonrisa, grandes pendientes y peinado
elegantemente tratado. Este esmero en la imagen y su calidad artística invitan
a pensar que podría tratarse de personajes destacados de la sociedad tartésica
o quizá de divinidades femeninas de su panteón. Si es así, dicen los expertos que
supondría un cambio absoluto de paradigma en la interpretación de la cultura
tartésica, que siempre se había considerado anicónica al representar a sus
dioses mediante motivos vegetales, animales o piedras sagradas. Esta plasmación
humana del poder divino deja abierto un camino para una nueva consideración de
la civilización tartésica alejada de Gárgoris y Habis. Y
es que Tarteso forma parte de la historia mítica de España y hallazgos como
este nos permiten esquivar su halo de leyenda, que a veces no nos deja evaluar
imparcialmente lo que sabemos con certeza.
No es sólo una rutinaria cuestión de arqueólogos. Se ha añadido un
nuevo fascículo a nuestra Historia del Arte componiendo un capítulo que tenía
las páginas en blanco y que supone un apasionante prólogo de nuestra posterior
trayectoria artística. Ahora surge el lado humano, sin respuesta posible.
Viendo esos rostros de expresión serena, que parecen mirarnos con cierta
condescendencia desde lo profundo del tiempo, cabe preguntarnos a qué voluntad obedecen,
qué emociones representan, qué creencias las motivaron o quiénes se conmovieron
con su presencia.