La sublime escena de ayer en el Congreso, con
nuestros políticos hablando entre sí en lenguas extrañas y teniendo luego que
traducir al idioma que hablan todos, es una gracia inefable que no siempre se
nos había concedido, loado sea el dios de la política. Un espectador
desprevenido y de sano talante seguramente tuvo serias dificultades para saber
si aquel recinto endomingado y hasta con su buena apariencia de solemne
seriedad, era una habitación de hotel de los hermanos Marx o una dependencia de
la torre de Babel o la sala de espera de un manicomio. Ni en Valle ni en
Jardiel ni en Groucho ni siquiera en Ibáñez se tendrá la oportunidad de gozar
de semejante pieza, así que habremos de asistir a ella con unción, en aras del
noble esperpento.
Qué imbecilidad ver a unos cuantos señores de
la misma nacionalidad hablando entre sí a través de un pinganillo, cuando todos
tienen como lengua común a la segunda más hablada del mundo. Qué clase política
tenemos, Señor. Esa pandilla de sectarios sin voluntad propia y sin más
iniciativa que la de apretar el botón que su rabadán ordena, no puede ser que
tengan tanto desprecio por lo que nos une ni tan escaso sentido del ridículo
para dar sin sonrojarse el espectáculo que darán a partir de ahora. Cuántos de
esos 179 que han votado sí, justo los que se necesitaban, han saltado sus convicciones
para satisfacer a su ambicioso jefe, aun a costa de menospreciar nuestro idioma
común. Cómo serán sus noches cuando la conciencia les llame traidores e
hipócritas. Qué sentirán al ver que han cambiado su dignidad por estar a bien
con un tipo que no merece más que una mirada de desprecio. Un tipo que no
conoce barreras de ninguna clase con tal de conseguir esos siete votos que no
fue capaz de obtener en las urnas. Borregos cabizbajos, que no tienen la
valentía de separarse del pesebre. Da igual haber perdido las elecciones; se
vende o se hipoteca lo que sea, porque por encima de todo hay que satisfacer la
ambición del jefe, aunque sea teniéndonos a todos de rehenes y sacrificando lo
mejor que tenemos.
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