miércoles, 21 de marzo de 2012

Feminismo de salón

Una mujer está encerrada en una oscura celda de una cárcel de Paquistán, esperando a ser ahorcada. El motivo, que después de varias horas de trabajo en el campo bajo una temperatura de más de 40º, se acercó a beber agua de un pozo reservado a las mujeres musulmanas y lo “contaminó” por ser cristiana. Le propinaron una paliza y ella comentó a sus apaleadores que Mahoma nunca hubiera obrado así. Entonces la acusaron de blasfema y la llevaron al mulá de la aldea, que trató en vano de que reparase la ofensa cambiando de religión. Al negarse, fue conducida a prisión, donde en pocos minutos un tribunal la sentenció a muerte. Las dos únicas personas que quisieron ayudarla, el gobernador de Pendjab, musulmán, y el ministro de las Minorías, cristiano, han sido asesinados. Y aunque fuera liberada, quizá no le sirviera de nada, porque un tal Moulama Qureshi ofrece 6.000 euros, una fortuna, a aquel “leal servidor de Mahoma” que la mate allí donde la encuentre. Asia Bibi ha logrado contar su drama a una periodista, que lo ha publicado con el título ¡Sacadme de aquí!, y que incluye una conmovedora carta de despedida a su marido y a sus cinco hijos.
Ninguna de esas organizaciones feministas, tan beligerantes con otras causas, ha alzado la voz, al menos de un modo contundente y comprometido, en defensa de Asia Bibi o en contra de las lecciones del imán educador. Se ve que no lo consideran demasiado importante. Deben de estar muy ocupadas enseñándonos a hablar, porque, a ver, eso de decir, por ejemplo, que “los padres deben cuidar a sus hijos” supone una intolerable ofensa a las madres y a las hijas. O cómo aceptar que nada menos que en un texto sagrado se desee paz a los hombres de buena voluntad, con olvido de las mujeres. Eso de que en español exista un masculino genérico que engloba a los dos sexos, puede que responda a la propia estructura interna del idioma y a la necesidad natural de economía y sencillez para dar inteligibilidad y evitar redundancias y engorros formales, pero entonces hay que cambiar el idioma. Si estos paladines de hoy hubiesen vivido en tiempos de Garcilaso o Calderón nos habrían dejado sin poesía, porque a ver cómo se puede escribir un endecasílabo duplicando los sujetos y los complementos. Así que ya lo saben todos los profesores y todas las profesoras, escritores y escritoras, presentadores y presentadoras, a enseñar a hablar bien a sus alumnos y alumnas, lectores y lectoras, espectadores y espectadoras, que eso redundará en la felicidad de todos los españoles y todas las españolas y de nuestros hijos y nuestras hijas.
Aunque te cueste creerlo, querida Asia Bibi, aquí andamos en eso.