miércoles, 15 de junio de 2011

El español y sus hablantes

No es que uno quiera ser un purista del lenguaje, que no quiere, ni pretenda dar lecciones a nadie, que no lo pretende, pero es que ha de confesar que siente una especial debilidad por su idioma y que todo lo que le atañe le interesa muy especialmente. Amor a un tiempo gozoso y sufrido, porque siempre he pensado que los españoles, aun a sabiendas de que tenemos una lengua hermosa y universal, la tratamos con la indiferencia con que el rico de cuna mira sus millones: sin darle valor. No hay más que ver cómo la maltratan quienes más deberían cuidar de ella.
La llegada de una era dominada por el poder omnímodo de la información ha traído como consecuencia que ya no sea el pueblo el que hace la lengua, sino los medios de comunicación. Y a veces da la impresión de que algunos no son conscientes de su influencia cuando insisten en popularizar anglicismos innecesarios o cuando se empeñan en sus frases hechas, castigando la semántica y la sintaxis. Oye uno decir a un cronista deportivo que el portero se colocó bajo los tres palos. Pues sí que era un portero extraordinario, porque habitualmente un portero sólo puede colocarse debajo de uno, el horizontal. Tan extraordinario como ese delantero cuyo disparo, según el locutor, dio en la cepa del poste; o sea, que metió el balón bajo tierra. O como el presidente ese que, según uno lee, cesó al entrenador. Mal pudo hacerlo, porque cesar es un verbo intransitivo. El entrenador cesa, pero no lo cesan. Con lo fácil que sería emplear el verbo destituir.
Algo parecido ocurre con esa coletilla de "en relación a", eliminando la preposición "con", que es la adecuada. Sale una ministra y nos dice que el crecimiento de no sé qué índice es menor al del año pasado. No, señora ministra; menor y mayor se construyen con "que". El presentador continúa con la noticia de que la sequía en una región de África está ocasionando una gran catástrofe humanitaria. Pero si humanitario significa lo contrario: benigno, caritativo, benéfico. Será en todo caso una catástrofe humana. En una entrevista piden una opinión a uno de esos que se llaman a sí mismos "de la cultura", y comienza su respuesta con "yo soy de los que pienso que..." No debe de saber que si el sujeto está en plural el verbo también ha de estar en plural. Usted, en el caso de que lo haga, será de los que piensan. Y luego sale con un "detrás mío", como si el detrás le perteneciera.
Otra cosa es el precio que ha de pagar el idioma por lo políticamente correcto. Una servidumbre impuesta por quienes parecen tener más deudas con los nacionalismos que con su lengua. Saben, pero no les importa, que los nombres geográficos tienen traducción a nuestro idioma, y que si se habla en español lo adecuado es decir esos nombres en español. Lo han impuesto por decreto, no sé si explícito o mantenido por la advertencia de incluir a los que se opongan en el grupo de los retrógrados. Deutschland no, pero Lleida sí; Warszawa es Varsovia, pero A Coruña no es La Coruña. Menos mal que el formidable vigor de nuestra lengua acaba siempre superando los artificios de despacho.