miércoles, 27 de abril de 2022

Algo más que un conflicto bélico

La paz y el bienestar de nuestra sociedad no dependen más que del azar, es decir, de que el hombre cargado de odio, el humillado, el sediento de venganza, no adquiera poder. Todos tenemos nuestros rencores y nuestros inconfesables y secretos deseos, pero están contenidos por el propio sistema de relaciones que establece la sociedad para sus miembros. Pero ¿qué ocurre cuando alguien con mucho odio o mucha ambición o mucho delirio se libera de esa contención por haberse encaramado a la cúspide? Pues que comienza seguramente un tiempo marcado por el riesgo constante de todo lo anómalo. Ese azar que le ha tocado a ese pueblo hará la desdicha de sus habitantes. No hay enviados, ni hombres providenciales, ni guías carismáticos; no hay más que circunstancias. La paz no depende más que del hecho de que el que puede no odie, o de que el que odie no pueda. Hoy, cuando miramos las imágenes de Ucrania, cualquiera puede ver el reflejo de la acción del azar; el azar de que un hombre haya alcanzado todo el poder lleno de odio y de fanatismo. Si Putin hubiera sido tendero o acomodador de cine o tocador de balalaika, seguiría siendo el mismo desalmado, pero no habría podido causar tanto dolor, tanto miedo y tantas muertes. Nada hay previsto; todo depende de que las circunstancias fabriquen su hecho. Sólo podemos ayudarlas. Y en todo caso, ser escépticamente optimistas.
Esta guerra es seguida como una novela por episodios. Ningún otro conflicto desde la II Guerra Mundial fue atendido tan de cerca por el ciudadano de a pie. Quizá sea porque se trata de un capítulo más de la larga historia del recelo y del antagonismo hacia el imperio de la gran estepa oriental, impreso desde siglos en nuestra conciencia histórica de europeos occidentales. Además, la particularidad del alma rusa con relación a la nuestra, que en su lado positivo hemos visto y admirado plasmada de forma espléndida en muchas de sus manifestaciones culturales, se ha diferenciado más cuando, hace ya un siglo, adquirió una connotación ideológica propia, que constituye el fundamento de su sistema político y económico. Una ideología impuesta por la fuerza, de carácter totalitario y dirigista, en la que la libertad y los derechos individuales están sometidos a la voluntad de un partido único. En el fondo, esta viene a ser una guerra entre dos conceptos de convivencia: la que se articula mediante el ejercicio de la democracia, con todas sus limitaciones, y la que se impone bajo un esquema dictatorial en el que se anula por completo el mundo personal del ciudadano. No es de extrañar el unánime apoyo de Europa a Ucrania.

miércoles, 20 de abril de 2022

Mirada interior

No puedo arrepentirme más que del tiempo voluntariamente perdido. Con el tiempo no caben rectificaciones. Gira sin parar en un círculo de radio infinito y solamente nos son asignados unos insignificantes grados de su arco. El tiempo es el soñar; pobre idea la mía, pero parece exacta. El tiempo y el soñar nos son ajenos en su causalidad e impredecibles en su contingencia; los dos son implacables y generosos en posibilidades, y los dos nos tienen a su merced. De nada más he de arrepentirme que del tiempo que haya podido caérseme por el vertedero de la nada mientras lo miraba sin hacer algo por remediarlo. No creo que a nadie le sea posible ir en busca del tiempo perdido, a pesar de las magdalenas, mero recurso literario. El remedio es vivir, así de simple; abusar del tiempo mientras lo haya, exprimirlo, hacerlo parecer aún más breve, subirse a él y seguir su propio juego.
Estos días de primavera, alegres y renovados, son como una llamada de atención hacia el propio vivir. Miro la tierra y la veo toda ella en ebullición; los campos soleados, recibiendo la luz acariciadora de la mañana; el frescor de la sombra de los árboles; las hierbas del prado, que se han vuelto más frondosas y más verdes; las flores de todos los colores; el aire quieto y transparente. Están anidando los pájaros en los matorrales y en el manzano; apenas vuelan, como no sea una escapada rápida y breve para buscar comida. Tampoco cantan; el canto ahora sería inútil y quizá peligroso, y el orden que rige la primavera es orden supremo y ha de ser inalterable. Se oye un grillo junto al camino; debe de ser el primero, pero su canto suena impropio, como si ya quisiera meternos en el verano.
Yo hoy quisiera decir mi idea de la felicidad. Es muy sencilla, y tan poco original que cualquier estudiante de instituto puede seguirla a través de las obras literarias de todas las épocas, tan presente está en el hombre, pero es mía y me sirve de paso para comprobar lo poco que me diferencio de todos. Imagino una plenitud y una serenidad de espíritu por el esfuerzo continuado en la búsqueda de algún conocimiento que diera sentido a lo que no parece tenerlo, y un resto de vida en el que aún tarden en debilitarse las sensaciones y en el que los deseos se sometan por sí mismos a la idea superior de la conveniencia. Y en torno a mí, una casa lo suficientemente solitaria como para no oír más que el sonido que la tierra quisiera mandarme. Y en ella, junto a los míos, la muda compañía de mis poetas y mis filósofos, y de todos mis escritores compositores y artistas. El sol de la mañana sobre la fachada de la casa y un vaso para compartir con un amigo, si se tercia.

miércoles, 13 de abril de 2022

Los actores del drama

Uno cree que si algo nos ha traído esta guerra de Ucrania, aparte de las mil calamidades que nos van a afectar indirectamente a medio plazo, es la enseñanza de lo que realmente es una guerra. No un escenario preparado ni un decorado en el que se desarrolla un guion previamente escrito, sino una guerra en toda su cruda realidad. Nuestra generación, la de quienes nacimos pocos años después del final de la II Guerra Mundial, ha tenido la suerte de coincidir con el paréntesis de paz y progreso más largo e intenso de la historia de España y de Europa. No conocimos el drama que se desarrolla en un campo de batalla ni la insoportable angustia del miedo. Habíamos oído hablar de lo que es una guerra a nuestros padres, que pasaron la suya en primera persona, pero las visiones a la fuerza habían de ser parciales y limitadas, según las circunstancias de cada uno. Y las guerras que hubo en las siguientes décadas eran noticias lejanas y apenas afectaban a nuestro vivir diario ni amenazaban nuestro bienestar material. Ahora podemos ver y comprender directamente, casi como si participásemos en ella, todo lo que una guerra supone en su conjunto, y es una lección que nos llega con el grafismo que da la propia realidad y su visión directa. Ya no vemos sus desastres a través de dibujos, por muy de Goya que sean. Ahora todos llevamos una cámara en el bolsillo.
Tenemos delante, como en un diorama que se actualiza continuamente, el escenario donde se mueven los actores y se nos hace más inteligible el desarrollo de la acción. Nos es posible distinguir muy bien los distintos participantes en la tragedia, los que la causan y los que la sufren, los que no saben por qué matan y los que no saben por qué mueren, los que huyen con lo puesto y los que están preocupados porque les incautaron sus yates. Dentro de la complejidad que presenta todo gran conflicto, se nos hace evidente el lugar que ocupan sus protagonistas en el escenario y la relación entre ellos. Cada uno podría formar un capítulo por sí solo. Las víctimas: su desesperación, sus miradas de incredulidad, sus cuerpos tirados por las calles, las ciudades convertidas en montones de ruinas. Los responsables: su propósito sistemático de matar, la carencia de cualquier escrúpulo de índole moral, la deficiencia de su preparación logística y estratégica, el cinismo como instrumento complementario de la mentira. Las causas: difíciles de entender y aún más de justificar, imposibles de desenmarañar y de comprender desde una posición externa; mejor fijarse más en los efectos.

miércoles, 6 de abril de 2022

Y van ocho

Qué tendrá la educación que lo primero que hacen todos los gobiernos, en cuanto llegan al poder, es crear una nueva ley que la modifique a su gusto. No hay familia en España en que padres e hijos hayan estudiado el mismo currículo educativo. Es un vaivén continuo de normas que hacen imposible aclararse y que en lo único que educan es en ejercitar la virtud de la paciencia de padres, profesores y alumnos. La reforma de la reforma de lo que se había reformado y que no había que reformar. Es que ya van ocho leyes de educación en cuarenta años. No hay ministro del ramo que no quiera pasar a la posteridad poniendo su nombre a una ley, posteridad que durará hasta que venga otro a ocupar su sitio y haga lo mismo.
Parece imposible que no acierten nunca, ni en los modos ni en los contenidos ni en los objetivos, como si las disciplinas objeto de estudio fuesen reflejos en el agua que cambian a cada instante. Pero hasta ahora todo ha sido una sucesión de decepciones. Cada reforma, en vez de ser una esperanza resulta una amenaza. Esta última revela como pocas la incompetencia de la ministra que la alumbró. Más que un paso adelante parece un ajuste de cuentas con el pasado, al que hay que configurar a gusto del poder. El nuevo currículo de la ESO es un compendio de barbaridades pedagógicas. Se lleva por delante, entre otras cosas, el estudio de la Filosofía, y con ella el pensamiento crítico y las vías de experiencia racional, a cambio de cosas como el ecofeminismo o un difuminado conjunto de valores cívicos. En la lengua se deja a un lado el aprendizaje del análisis sintáctico y morfológico; total, para combinar la media docena de palabras que los chicos manejan en la pantallita no hacen falta muchos conocimientos lingüísticos, y además ahí están los emoticonos. Y, quizá lo más grave, se pone la Historia al servicio de las creencias y las ideas; de ahí que no interese lo que no esté "relacionado con el entorno real del alumnado". Hay que prescindir de todo lo ocurrido en España antes de 1812, solo unos 2.500 años. De qué portentoso cerebro habrá salido tal disparate. Para explicarnos el presente necesitamos hitos que nos señalen el camino recorrido, que organicen la secuencia de los pasos andados, y la Historia nos da esos hitos. Si la excluimos quedaremos a ciegas, eliminaremos la causalidad y jamás podremos comprender cómo y por qué somos lo que somos. Nuestra intensa y fascinante Edad Media, el espléndido Siglo de Oro, el descubrimiento de América y del océano Pacífico, la circunvalación de la Tierra, la Ilustración, todo eso ignorarán nuestros chicos. Menos mal que esta reforma durará lo que dure este gobierno.