miércoles, 30 de diciembre de 2015

Fin de año

El tiempo resbala por nuestras vidas con una fluidez tan suave que su paso se nos hace imperceptible, y cuando nos da por sentarnos de vez en cuando a echar cuentas, nos encontramos invariablemente con una sorpresa. Otro cumpleaños que nos llega con un número redondo, un primer achaque desconocido, aquel bebé que ya está en la universidad, aquellas sonrisas aniñadas y felices en cualquier fotografía y cosas así suelen ser las llamadas de atención que nos hacen detenernos a establecer referencias, que terminan siempre con un suspiro de resignación. Pero si cada año nos sorprendemos de que haya pasado un año. Cómo entre mis dedos te deslizas, tiempo, que te vas sin miramiento.
Esta casa errante en la que estamos embarcados acaba de dar una vuelta más alrededor del sol, y nosotros lo celebraremos mañana como si eso fuese algo más que un simple hecho de la mecánica celeste. El caso es que se trata de algo que ya ha sucedido unos 4.300 millones de veces, según los que saben de esto; es decir, que si la rutina quita brillo a los acontecimientos, la Tierra no va a descorchar ninguna botella ni a adornarse con luces para celebrar que ha pasado otra vez por el mismo sitio. El hombre es un producto hecho a la medida del año, y no al revés, como a veces pensamos con pretenciosidad. Si en vez de ser hijos de la Tierra lo fuéramos de Mercurio, cumpliríamos años cada 88 días; y si viviéramos en Plutón, oiríamos las campanadas cada 248 años terrestres, es decir, nunca, y tendríamos que inventar otra unidad de tiempo basándonos en quién sabe qué. O sea, que estamos en la velocidad y el espacio justos. Pero qué nos importa eso, si nuestra verdadera medida es la de las ilusiones que podamos hacernos cada día, y esas nunca van a necesitar una excesiva magnitud de tiempo.
El año que se muere nos ha traído de todo, como siempre. Un año da para mucho; al fin y al cabo es una página añadida al gran libro de la historia, ese que después casi nunca tenemos tiempo de hojear. Este 2015 volvió a acoger terribles episodios de una guerra inédita en sus formas, en la que nuestra civilización se las ha de ver con un enemigo que está empeñado en destruirla, que ha eliminado cualquier barrera moral, que rinde culto a la crueldad y al sufrimiento ajeno y que no considera un bien ni su propia vida, mucho menos las obras humanas nacidas de un impulso espiritual; este año quedará marcado en la Historia del Arte por la pérdida de Palmira.
Aquí, en España ha sido un tiempo electoral en toda su extensión y también nos ha dejado novedades: el episodio final, al menos por algún tiempo, del virulento ataque con que los nacionalistas de la barretina se proponen nada menos que deshacer España, y la aparición de un partido antisistema, de gestación televisiva, que ha venido a traer bastantes más problemas que soluciones. Luego está el plano personal, ese que solo es nuestro: las ilusiones satisfechas, los propósitos incumplidos, los anhelos frustrados, las esperanzas mantenidas, las penas y las alegrías. Cualquier balance ofrece todas las posibilidades que queramos; la única realidad plenamente cumplida es que somos un poco más viejos.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Feliz Navidad

Feliz Navidad a los que ven en ella el reflejo contrario de su pensamiento y tratan de denigrarla y confinarla a los aposentos donde guardamos nuestros recuerdos infantiles. A quienes la tradición les parece una espina que hiere su razón y a los que la miran con la condescendencia del gran magnánimo; a los que les gustaría llevarnos a su racionalidad quitándonos las bellas historias, mucho más si están ligadas al aspecto espiritual de nuestra cultura, y a los que la desprecian porque creen que la ternura y la ilusión no son valores que puedan cotizarse en la modernidad que pretenden. A esa alcaldesa que quiere quitarle su nombre para ponerle el de un fenómeno astronómico y a esos otros que adornaron su ciudad con iluminación navideña sin motivos navideños. Pues a esos también Feliz Navidad.
Feliz Navidad a quienes acaban de entrar en el templo del poder, cada uno a cuestas con sus propósitos y ambiciones. A los que van armados con la honradez y el único afán de servir a los ciudadanos y a los que solo les mueve la oculta intención de medrar y hacer carrera a costa de sus votantes. A todos los que ahora se encuentran deliberando cómo decidir la forma de gobernarnos. Que algún aire nacido en alguna estrella les inspire, que aquí estamos dependiendo de su acierto.
Feliz Navidad a esas gentes que huyen de su tierra porque una fuerza maligna trata de dejarlas sin esperanzas y sin vida, a los que se la juegan en el intento y a los que se agolpan en largas filas confiando en la generosidad de algún país más rico y cargando con sus añoranzas y quizá también con su odio reprimido y sus lágrimas por la casa destruida y por el país que fue y ya no es. Incluso a los asesinos del cuchillo y la bomba, que nada saben del valor de la vida humana. Aunque les ofenda, Feliz Navidad.
Feliz Navidad a esa señora que me encuentro cada mañana sentada a la puerta del supermercado, con su cara de pena y con un cartel de desgracias idéntico al de su compañera de la otra calle, y a la que alguien convenció de que dejara su Rumanía natal porque era preferible vivir aquí tirada en una acera que allí de pie. A los que dedican en silencio buena parte de su tiempo y de su vida a los demás; a las gentes sencillas que cumplen calladamente con su deber a diario sin darse cuenta de que ellas son los verdaderamente importantes; a la cajera que me atiende con una sonrisa sin dejar traslucir su cansancio después de estar todo el día de pie y al vecino que me saluda cada día y me habla del tiempo.
Feliz Navidad a quienes la esperan con ilusión para volver casa con el ánimo de revivir entrañables recuerdos de infancia; a los que la burra que va a Belén bien puede ser un himno de algún momento ya lejano y ahora solo explicable desde lo inexplicable; a ese niño que se sienta nervioso a escribir la carta más hermosa del mundo, esa que empieza por "Queridos Reyes Magos", y luego una lista inacabable. A ti, que me has leído, y a mí, que en eso de tener buenos deseos para uno mismo se demuestra también ser un hombre de buena voluntad.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Mi nuevo libro

Quiero anunciaros la aparición de mi última novela. Aquí está, recién salida y cargada de ilusión:

El entierro de Lucas


El día que llevaron a enterrar a Lucas del Toro comenzó su verdadera pesadilla. Porque Lucas no había muerto. Estaba bien vivo, pero cómo demostrarlo cuando a uno le han borrado de todos los registros. La vida plácida y sin sobresaltos de Lucas se convirtió en un angustioso círculo sin salida posible entre la indiferencia de sus vecinos, algunos de ellos -el cura, el psicólogo, el juez, el enterrador, el director de banco-, se definen a sí mismos por su actuación. Sólo una chica, otra perdedora solitaria como él, le ofrece comprensión y ayuda, hasta ejercer un papel decisivo en el desenlace final.         
Novela de humor y ternura, que lleva al lector desde la carcajada hasta la emoción más intensa. Una original historia que quiere ser una reflexión desenfadada y amable sobre nuestra existencia.

(KRK Ediciones, Oviedo, 2015)


     

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Una campaña novedosa

Las campañas electorales son el gran ritual previo a la celebración que simboliza lo que ahora mismo entendemos por democracia. Una larga liturgia hecha de palabras y escenarios estudiados, de apariencias y de empeños por ofrecernos ilusiones que nos parezcan creíbles. Los ofertantes las van exponiendo a un ritmo bien medido, dosificándolas en función de las que hagan los rivales. Si es un vendedor ya avezado, sabrá dónde debe detenerse, aunque no sea más que para no ofender la capacidad de raciocinio de los adquirentes. Si no lo es, ofrecerá sus promesas vestidas de proyectos vagamente realizables, sin explicar que jamás podrán pasar de ahí. Si los oyentes tienen ya una experiencia bien curtida, sabrán distinguir entre ambos sólo con oírlos saludar, y dejará en su sitio a los vendedores de humo. Lo malo es que, en la realidad, no existen líneas definitorias tan claras. Ni aun los ofertantes más serios pueden prescindir de una cierta dosis de demagogia, ni los más fantasiosos carecen de una mínima cantidad de realismo. De ahí la dificultad de discernir entre ambos, y de ahí el hecho de que, muchas veces, la elección termine haciéndose en virtud de motivaciones más próximas al sentimiento o a la imagen que a la razón.
Todas las campañas tienden a parecerse entre sí porque los caminos para convencer no son infinitos y no hay más remedio que transitar siempre por los mismos. Sin embargo, en esta pueden apreciarse algunas novedades. Por ejemplo, la relevancia que se da desde los medios a partidos que no tienen más presencia real que la que figura en las encuestas. En todas las campañas anteriores los debates y espacios televisivos tenían como protagonistas a los partidos con representación parlamentaria. Ahora no. Ahora no se hace ni caso de la mayoría de partidos del Congreso y se centran los focos en las dos nuevas estrellas de los platós, especialmente en una que es un producto político casi exclusivo de una de las cadenas. Otra característica es la exaltación total de lo que se ha llamado efebocracia. La experiencia es un lastre, la juventud un valor en sí misma. Que nada repose; que gobiernen políticos que con poco más de cuarenta años ya serán expresidentes. También es novedoso el estilo bronco y áspero del jefe de la oposición, que trata de cubrir sus carencias argumentales con ofensivos ataques ad hominem. E igualmente el aspecto externo de algún candidato, con su empeño en salirse de la corrección formal de los políticos de nuestro ámbito, en lo que se asemeja mucho a una de esas rebeldías de adolescente sin motivo ni razón. En lo que no hay mucha variación es en la ignorancia de que muchos hacen gala. A uno debió de sonarle el nombre de Kant y le atribuyó la Ética de la razón pura"; fue el mismo que argumentó citando un referéndum de autodeterminación en Andalucía. Y eso que es politólogo.
Decía Borges, con su afición a fabricar definiciones contra corriente, que la democracia es una superstición muy difundida. El día en que las campañas electorales dejen de ser subastas vocingleras para convertirse en reflexión personal sobre la base de unos mensajes ofrecidos con medida discreción, le habremos quitado otro poco de razón a esta definición.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

El comercio y sus nombres

Alguna vez me he referido ya a este tema, pero creo que no está mal volver a él. Ya sé que estas cosas de nuestro comercio hay que tratarlas con suavidad de terciopelo, porque no está para muchos zarandeos, y más aún el pequeño, así que nadie vea indicio alguno de acidez y sí de amable observación. En esto de la actividad comercial siempre se termina hablando de las mismas cosas, o sea de lo que atañe a las arcas, es decir de la esencia misma del asunto. Pero como uno de esta cuestión no sabe mucho, no va a poner ni una palabra sobre ello. Y eso que sospecha que algo sí se podría decir; por ejemplo, de algunos modos de atender al cliente.
No, esto no va a tratar sobre lo fundamental, sino sobre lo accesorio, aunque a ver quién conoce qué es accesorio y qué fundamental en estos tiempos de relativización que vivimos. El caso es que nada tiene de accesorio, más bien al contrario, que una sociedad tenga en tan poco sus propios valores y que haga alarde de la imitación de lo extraño, convirtiendo en sinónimos los conceptos de extranjero y superior. Qué razones la impulsan a ello parece cuestión ardua de desentrañar, materia a debatir por expertos que sepan más que los comunes mortales sobre el funcionamiento de los complejos del hombre y de su proyección externa. No sé qué extraña seducción ejercen sobre algunos de nuestros comerciantes los nombres ajenos, y cuanto más ajenos mejor. Tal parece que la primera condición que se imponen a sí mismos a la hora de buscar un nombre para su negocio es que no pertenezca a nuestro idioma, líbrenos Dios. Y al margen de toda consideración psicológica queda el hecho de que la imagen gráfica de nuestra ciudad se ha convertido con ello en algo tan anodino e impersonal, que al andar por sus calles comerciales se tiene la sensación de estar ante una copia repetida en todas partes, un modelo internacional basado en la eliminación de las raíces propias y en aras no sé muy bien de qué, tal vez del simple esnobismo.
Va uno por cualquiera de nuestras calles comerciales y se encuentra, por ejemplo con una tienda de ropa que anuncia su nueva colección como “New winter collection”, otra de artículos deportivos rotulada como “Running shop”, o una cervecería convertida en “birrateria”, con lo que se va pensando que el que puso ese rótulo no sólo desprecia el español sino también el italiano. En muchos escaparates se felicita la Navidad con el “Merry christmas”. Alguien anuncia no sé qué de “nails”, que resulta que son las uñas, y hasta nuestra Caja de Ahorros de siempre es ahora un “bank”. A algunos les da por añadir a su nombre un apóstrofo y una S para convertirlo en genitivo sajón, lo que seguramente les parecerá el colmo de la distinción, aunque puede que otros lo vean como una forma elevada de memez. Y así, entre rótulos de outlet, low cost, house, center, sport, look, home, play gallery y una infinidad más, uno anda por su ciudad pensando qué extraña epidemia de papanatismo les habrá afectado a nuestros comerciantes para renunciar a su identidad y entregarse a un absurdo colonialismo. Como si con eso fueran a vender más. A lo mejor es que tienen muchos clientes angloparlantes.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

El cambio climático

Salió de casa con su pancarta contra el cambio climático recién pintada, enrollada con cuidado para que no se arrugase y llegase bien curiosa a la hora de la manifestación. Aún quedaba más de una hora para el comienzo. La tarde era fresca y soleada, tarde de placidez otoñal y niños en el parque. Se sentó en un banco a dejar pasar el tiempo mientras llegaba la hora, aunque ya veía a algún que otro grupo caminar con sus distintivos hacia el lugar de concentración. En el banco que estaba a sus espaldas, un abuelo y su nieto conversaban y, sin querer, se encontró prestándoles atención. Algo había preguntado el niño sobre el motivo de la manifestación y el hombre le estaba respondiendo con voz reposada y el tono de quien más bien parece hablarse a sí mismo:
-El cambio climático es una realidad, nadie lo duda porque es fácilmente comprobable. Se dice que la temperatura global ha aumentado un poco en el último siglo y que la tendencia es a seguir subiendo. Pero otra cosa es que nosotros tengamos que ver con eso. Algunos lo dudamos. En los cuatro mil millones de años de existencia que tiene la Tierra ha vivido en un continuo cambio climático. A un período glacial intenso sucedía otro de calentamiento, y ahora estamos en uno de esos períodos tras la última glaciación, la würmiense. Es de suponer que quienes vieron cómo se derretían los hielos delante de su cueva hace diez mil años, cuando terminó, también pudieron pensar en un cambio climático, aunque no tendrían a qué echarle la culpa, pero se adaptaron sin problemas y aquí estamos nosotros. Vivimos en un período interglacial, y por tanto de calentamiento. Decir que somos nosotros los causantes es atribuirnos un poder que seguramente no tenemos. Nos creemos más de lo que somos. ¿Los humos y gases contaminantes? Hay teorías que afirman que nuestro planeta tiene capacidad para regenerarse a sí mismo y que sus propias emisiones forman parte de ese proceso; desde luego, la actividad volcánica a lo largo de tantos millones de años lanzó y lanza más gases a la atmósfera que toda nuestra acción humana. No parece creíble que, aun en el caso de que lográsemos eliminar toda actividad industrial se detuviera el proceso de calentamiento del planeta.
Pero ojo, eso no quiere decir que no procuremos cuidar y respetar la naturaleza con todas nuestras fuerzas. Cada uno en lo que pueda. Es nuestra casa y la de los que vengan después. Lo que quiero decirte es que en este y en todos los demás casos, antes de aceptar cualquier afirmación o de acudir a cualquier llamada por amplia que sea, conviene pensar, valorar, examinar, aunque sea a costa de salirse del círculo. La verdad tiene muchos enemigos. Puede, por ejemplo, estar en brazos de intereses ocultos. Como no lo sabemos, nos queda siempre la acción personal en lo que se refiere a la conservación de nuestro entorno, que esa sí que es auténtica.
Comenzaban a pasar más grupos agitando banderas ajenas por completo al tema y coreando lemas simples de rimas facilonas. Él se quedó un rato mirándolos. Luego recogió la pancarta y se fue camino de su casa.