miércoles, 28 de julio de 2021

Los Juegos más extraños

En medio de esta larga pandemia que ha vuelto grises los días y nos ha dejado sin ocasiones de asomarnos a la frivolidad y a sus inofensivas y gratificantes emociones, llegan los Juegos Olímpicos como un paréntesis que nos permite escapar por un tiempo de la presencia obsesiva de todo lo relativo al dichoso virus. El mundo virtual, que sin duda ayudó a muchos a sortear el aislamiento y la soledad, ya comenzaba a enseñar sus carencias y a resultar insuficiente, y termina mostrando sus dificultades para reflejar buena parte de nuestra forma de percibir, sentir y conocer. La empatía, la pasión, la conmoción por la belleza o la vibración por la hazaña en directo no tienen cabida en ese mundo prefigurado. Este tiempo olímpico viene a abrir una ventana a la que asomarnos y poder olvidarnos por unos días del ominoso y agobiante paisaje omnipresente en todas las pantallas desde hace año y medio. Para el devoto del deporte serán unos días de continuo éxtasis ante tantas actividades como se le ofrecen, y al que no lo sea tanto traerá entretenimiento y emoción, y tocará sus fibras patrióticas, incluso las que creía más dormidas. A pesar de las gradas desangeladas y del silencio que acoge hasta las hazañas más destacadas, se nos viene a parecer como un eco de la vieja normalidad.

Qué queda del ideal clásico en el mundo de hoy, en el que todo se ha difuminado por la globalización. Veinticinco siglos de distancia, más la acumulación de formas diversas de pensamiento y el desarrollo de nuevos factores, económicos sobre todo, han influido en la evolución de una parte de nuestro espíritu, la que hace referencia a la relación entre cuerpo y mente, y en el camino para conseguir el buen funcionamiento de la segunda a través del primero. Los atletas griegos competían tan sólo por una corona de olivo y por el honor que ello conllevaba, jamás por dinero, y era ajeno a su pensamiento hacer la menor trampa. En su preparación era parte fundamental el conocimiento de la poesía y la filosofía, como contribución al cultivo de la mente. Además, durante los días de los juegos se establecía la Tregua Sagrada, por la que quedaba prohibida cualquier actividad militar en todas las ciudades griegas, con multas para quien la rompiese. A pesar de las inevitables diferencias que el paso del tiempo fue estableciendo, cabe reconocer que buena parte de ese espíritu original se ha tratado de mantener, al menos en lo que se refiere a conceptos como capacidad de sacrificio, afán de superación, respeto al rival. Y ahora, en medio de la pandemia, vienen a ser, más que nunca, un retrato perfecto de la sociedad de su tiempo.



miércoles, 21 de julio de 2021

Tiempo revuelto

Entre lo que nos trae la madre naturaleza y lo que armamos por aquí, el mundo parece no estar muy en sus cabales. O sea, más o menos como siempre, solo que ahora podemos verlo con una mirada más amplia. El planeta de extensos espacios ignotos y andadura inagotable durante tantos siglos, se ha convertido de pronto en una finca comunal, y el chasquido de una pequeña rama en cualquier árbol se deja oír en toda la extensión del bosque. Resulta un consuelo pensar que, al fin y al cabo, suceden las mismas cosas que nos han sucedido siempre desde que aparecimos por aquí -desastres naturales, accidentes y todas las maldades que añadimos los humanos-, pero ahora resulta más inevitable que nunca hacerlas nuestras y sufrirlas o gozarlas como algo cercano. En cierto modo hemos aumentado nuestra condición de sujetos pasivos de todo lo que sucede en cualquier lugar.

Lloran Alemania y Bélgica la tragedia de unas inundaciones que han causado cientos de muertos y desaparecidos, además de enormes daños materiales en la zona más rica de Europa. Tiene algo de especial esta catástrofe, por sorpresiva y por infrecuente. A pesar de que haya quienes se esfuercen más por estar mejor preparados, cuando los elementos se desatan no miran dónde lo hacen e igualan todos los lugares con su acción destructiva. Si acaso luego, a la hora de remediar sus consecuencias, sí tendrá que ver el grado de capacidad de respuesta del país afectado, y el desastre será más o menos reparable, aunque el dolor por los que se fueron siempre será el mismo. Algo se podrá aprender de esta tragedia, aunque no sea más que la evidencia de nuestra ignorancia acerca de las fuerzas que actúan sobre nuestro mundo.

Casi al mismo tiempo, de Cuba nos llega un recordatorio más de que el dinosaurio sigue allí, aunque con otro nombre. La enésima revuelta dentro de la inmensa cárcel parece comenzar a diluirse, pero seguro que tendrá más reediciones. Un sistema que se basa en privar a un pueblo del derecho a las urnas, de la libertad de expresarse y de opinar y de la posibilidad de abandonar su país; en negar a sus ciudadanos cualquier aspiración a su desarrollo personal fuera de las rejas donde se encarceló sus ideas; en obligar a convivir con la realidad de cientos de detenciones injustas y millares de exiliados; en haber hecho de uno de los países más ricos de América un lugar de hambre y pobreza, lleva dentro de sí el germen de su propia destrucción. Queda el difícil trance de buscarle el cierre menos doloroso posible.

Y este virus que no se acaba.

miércoles, 14 de julio de 2021

Que acierten

Nos han cambiado el Gobierno y nos lo han llenado de caras desconocidas, ahora que ya comenzábamos a familiarizarnos con las otras, al menos con algunas. Bueno, más que con las caras, era con las palabras de cada uno con lo que nos íbamos acostumbrando entre alguna sonrisa condescendiente y bastantes dosis de inquietud. A ver estos. A uno le gustaría conocer qué fuerzas rigen las entrañas de estos procesos y qué fuerzas determinan quiénes han de ser los destituidos y quiénes los que los sustituyan. O mejor no. Seguramente se encontraría con extraños y misteriosos designios y tejemanejes que no sospecha ni entendería muy bien, ni tampoco le importarían demasiado. La política es un mundo complejo en su funcionamiento interno y con normas generales hechas, a partes variables según conveniencia, de ética, pragmatismo, convicciones a medida, capacidad de relativizar la realidad, interés por el bien común y apego al poder. Esta renovación nos lleva rostros ya muy vistos y nos trae otros que de momento no son más que nombres, pero nos deja algunos de los que más alto alzaron el pabellón del ridículo y el sectarismo. Por ejemplo, se mantiene a un señor ministro de Universidades que afirma que Clarín fue fusilado por los franquistas, a un ministro de Consumo que demoniza el consumo de carne, o a una ministra de Igualdad que da todas las armas a la mujer contra el hombre, incluyendo la de que tenga que ser él quien haya de demostrar su inocencia ante cualquier denuncia. Se ve que esos no importa cómo lo hagan.

Pues que se pongan todos a trabajar cuanto antes. Que comiencen a tratar de encontrar los medios para que la crisis económica que se adivina no tenga, como siempre, su eslabón final en las familias que viven de su precario salario. Desde las alturas de los seis mil euros mensuales no se percibe la angustia del paro, la inflación, las hipotecas, la subida de la luz, la inestabilidad de los contratos, la inaccesibilidad de la vivienda o el incierto futuro de nuestros jóvenes. Que se olviden los partidismos y se dediquen a ello con todas sus fuerzas, aunque no sea más que por pura supervivencia ante el siguiente trance electoral, porque el ciudadano con el cinturón apretado suele olvidar sus afinidades ideológicas y se agarra a las siglas que le inspiren una mayor confianza en la gestión de sus bolsillos. Que se esfuercen desde ahora mismo por fortalecer la conciencia nacional, debilitada por alianzas peligrosas y concesiones a quienes tienen como principal objetivo diluirla del todo para conseguir sus objetivos. Que gobiernen sin pensar tanto en sí mismos. Por el bien de todos, que acierten.

miércoles, 7 de julio de 2021

Sigue ahí

No acaba de irse el dichoso virus. Cuando parece que está de retirada gracias a las vacunas, nos damos cuenta de que aun cuenta con un enorme campo de actuación y que no ha hecho más que reducir un poco su presencia en el escenario y permanecer agazapado, mientras se camufla bajo la apariencia de una nueva cepa que ahora, seguramente para evitar susceptibilidades nacionales, se denominan siguiendo el alfabeto griego. Ya vamos por la cuarta letra. La variante delta, o sea la india, viene con fuerza, amenazando con traernos una quinta ola. Llega de la mano de la imprudencia y la falta de responsabilidad por parte de algunos, y de control por parte de quienes deben ejercerlo. Parece que somos nosotros los que nos empeñamos en darle facilidades para que se asiente y siga campando a sus anchas. Por lo visto, la impaciencia juvenil por la vuelta a la diversión en grupo es superior a su temor al virus, y de ahí esa entrega ansiosa a festivales, viajes de estudios, celebración de absurdos orgullos, conciertos masivos y reuniones porque sí, que han triplicado el número de contagios. Por ejemplo, más de mil personas en ocho comunidades han dado positivo en covid, todos ellos casos relacionados con las reuniones de adolescentes en la zona de El Arenal, en Mallorca. Se dice que los jóvenes van en grupo, los adultos en pareja y los viejos solos; pues en ese instinto gregario, que protege y modela su personalidad, tienen su vulnerabilidad.

Estamos en medio de la batalla, entre la esperanza cierta, pero aún lejos de cumplirse del todo, y la incertidumbre que da el temor por ver que nos hallamos ante un enemigo capaz de reinventarse cíclicamente y de seguir expandiéndose a la menor oportunidad que se le dé. Ahora el ataque va hacia el sector que parecía más protegido por su propia naturaleza, porque aún estaba a salvo del riesgo físico que trae consigo el paso de los años; habría que pedirle que siga olvidándose por un tiempo de los impulsos primarios de su edad y aprenda a distinguir la línea que separa la diversión de la imprudencia.

Cuando todo esto acabe veremos este tiempo como el que nos puso delante de los ojos la realidad de nuestra condición vulnerable. A los jóvenes del botellón hay que advertirles de los riesgos de sus desmadres, pero a quienes nos mandan cabe exigirles unidad de criterios, claridad en las normas, rigor en su cumplimiento y olvido de razonamientos partidistas y de todos los que no sean exclusivamente sanitarios. Claro que ahí nos metemos en el campo de actuación de los políticos, y entonces ya nos resulta inevitable caer en la duda.