miércoles, 24 de enero de 2018

Apuntes de actualidad

La actualidad de estos días nos trae, como acostumbra, un doble reflejo: el de la realidad de cada mañana y el del carácter de los medios que la recogen, es decir, eso que cualquier ciudadano enganchado a los espacios de información diaria sabe: que los medios pueden calificar la noticia, pero que su tratamiento califica a los medios. Al margen de la crónica de la insoportable matraca catalana, con su valiente libertador fugado y elaborando planes descacharrantes y tan eficaces como disparar con un tirachinas al sol, lo que ha ocupado más páginas y espacios en las últimas semanas han sido la oleada generalizada de acusaciones de acoso sexual por parte de mujeres hacia hombres que han tenido algo que ver con ellas a lo largo de su carrera en el mundo del espectáculo. Fue un encadenamiento casi simultáneo y de enorme amplitud; tal pareciera que Gomorra fue un templo de vestales al lado de aquel Hollywood, en el que raramente podía encontrarse un justo entre los que tenían algún poder de decisión. Del desfile de declaraciones se saca la conclusión de que casi todas fueron María Goretti, o que si cedieron lo hicieron obligadas por el apetito desbocado de quienes tenían en sus manos el futuro de su carrera.
Bien están las denuncias, pero seguramente estarían mejor en su momento que ahora, treinta años después, cuando seguramente ya han prescrito como delitos y cuando resulta poco probable acumular pruebas fiables, y desde luego cuando se hace difícil cualquier reparación, como no sea la que se deriva de la pena de exhibición pública de los acusados. Ni que decir tiene que bien está también cualquier movimiento que avance en el respeto a la dignidad de mujeres y hombres y la igualdad de derechos entre ambos. Lo que no está definido es dónde se encuentra esa línea que las dictadoras de la nueva corrección han establecido entre el gesto de cortesía y la ofensa, entre lo que solo trata de ser una palabra amable y es tomado como falta de respeto; quizá se encuentre en el interior de cada una. Donde no está es en ese feminismo engallado y rampante que convierte cualquier mirada masculina en un torrente de lascivia y cualquier palabra de alabanza sobre el aspecto físico de una mujer en una insufrible ofensa a su dignidad. En este caso de Hollywood seguramente podría preguntarse a más de una aquello de quién es más culpable, "la que peca por la paga o el que peca por pagar"; unos versos por cierto de una mujer que se adelantó tres siglos en la defensa de la condición femenina y lo hizo del modo más bello.
Y a todo esto Trump ha cumplido ya un año en la Casa Blanca y el mundo no es un lugar ni mejor ni peor que antes. Han bajado de tono las voces de los agoreros, como si estuvieran en tiempo de espera aguardando el error definitivo que quizá les convierta en sujetos influyentes de la opinión en el próximo proceso. Este tipo no tiene maneras ni sabe poner coto a la hora de expresar sus opiniones con toda crudeza, pero parece ver bien en la oscuridad y navegar con soltura sobre las olas de la incorrección política. Desde luego tiene garantizado un sitio en cualquier información sobre la actualidad durante los próximos años.

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