miércoles, 2 de agosto de 2017

Las noticias más tristes

Que las noticias del verano tengan como protagonistas a niños es la peor noticia de todas ellas. Los niños siempre aparecen en los medios sin pretenderlo y, por supuesto, sin miras propias ni intencionalidad oculta. En su alegre inconsciencia vemos los reflejos de la idea de una pureza primitiva, lo que convierte su desgracia en una tragedia mucho más dolorosa. Eso y su absoluta indefensión ante todo lo que acecha fuera del círculo de protección de los adultos. La pérdida de un niño es la pérdida más irreparable de cualquier sociedad, y en el plano individual el dolor más insufrible. Es el triunfo de la antinaturaleza. La destrucción de una esperanza y de un tiempo en el que todos hemos habitado con nuestros sueños siempre envueltos en la luz de una absoluta certeza. El dolor por ver que les es negado a otros lo mejor que hemos tenido. Por suerte, ninguno nos hemos curado de nuestra infancia.
En pocos días hemos visto demasiadas portadas dedicadas a sucesos relacionados con niños, unos víctimas mortales de desgraciados accidentes por descuidos ocasionales de los adultos de los que dependían, y otros víctimas afectivas de un conflicto legal. Es el caso del bebé inglés, afectado de una grave y rara enfermedad, al que un juez privó de asirse a una remota esperanza de curación. Cuando se rectificó ya era tarde, y Charlie murió dejando tras de sí unos cuantos doloridos interrogantes, entre ellos cómo se puede impedir a unos padres su derecho a intentar hasta el último recurso posible para salvar la vida de su bebé. O el de esa madre que se niega a entregar a sus hijos a un padre al que ha denunciado por maltratador, a pesar de que la fría racionalidad del código legal se lo ordene. El corazón no admite ninguna ley, pero la sociedad las necesita para poder sobrevivir, y en ese conflicto siempre hay un perdedor. ¿Qué habríamos hecho cualquiera de nosotros en el caso de esa madre? ¿Qué ciego impulso nos habría guiado? Lo único que uno tiene por cierto es que, ni en este caso ni en el anterior, le gustaría estar en el sitio del juez.
Maldito verano, que nutre su actualidad con nombres infantiles, golpeándonos no solo en lo que más sentimos, sino en lo que más necesitamos. Si los niños fueron siempre lo más valioso de cualquier grupo humano, en esta hedonista y despreocupada sociedad europea adquieren el valor añadido de un tesoro cada vez más escaso, aunque eso importa poco ante el inmenso dolor de ver el cuerpo sin vida de un pequeño.

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