De nuevo hay que hablar de las humanidades con aire de lamento, como
se habla de alguien muy querido que se encuentra en una situación delicada sin
que nadie parezca querer ayudarle. Este año el premio Princesa de Asturias en
este apartado ha recaído en Nuccio Ordine, alguien que ha dedicado su obra y su
esfuerzo a su estudio y su defensa. El latín, el griego, la filosofía, el arte,
la música, la literatura, todas esas cosas que los necios se preguntan para qué
sirven, tienen hoy un firme defensor en este humanista italiano, que lleva su
posición hasta establecer un postulado: "Sólo es realmente hermoso lo que
no sirve para nada. Todo lo que es útil es feo, porque es la expresión de
alguna necesidad, y las necesidades del hombre son ruines y desagradables,
igual que su pobre y enfermiza naturaleza". Pero hay algo más: el
empobrecimiento de nosotros mismos, de nuestro pasado y de lo que somos en el
presente. Pensemos, por ejemplo, que en pocos años no quedará nadie que pueda
entender un documento antiguo. Las humanidades son el mayor patrimonio de
España, y sin embargo hay que ver el maltrato que reciben por parte de las
desdichadas leyes de educación que padecemos y que cada ministro que llega al
poder se esfuerza en hacer peor que el anterior.
En los estudios de las humanidades encontramos lo mejor de cada
generación que nos precedió. Lo que nosotros sufrimos,
otros lo sufrieron; lo que sentimos, otros lo sintieron; lo que nos ilusiona, a
otros ilusionó. Las dudas que nos afligen afligieron a otros, y las mismas
preguntas que nos hacemos otros se las hicieron. Y todas sus conclusiones y las
respuestas encontradas, envueltas casi siempre en marcos de enorme belleza
expresiva, están en las obras de esos autores que llamamos clásicos, o sea en
el estudio de las humanidades.
Los clásicos son receta contra la melancolía y la soledad,
y para los autores de hoy, santo y excelente remedio para curar la vanidad. Son
defensa frente a la vaciedad de la palabrería engañosa con que nos atiborran y contra
la invasión de nuestra mente por parte de tantos como tratan de dominarla.
Andamos tantas veces soportando la intemperie de nuestras limitaciones
intelectuales y no caemos en que la sabiduría consiste en acudir al armario a
ver qué prendas de abrigo nos protegen del frío. Porque, además, el armario que
tenemos es amplio y está repleto de prendas de gran calidad. La experiencia no
consiste sólo en ver las cosas que pasan, sino en reflexionar sobre ellas una
vez que han pasado. Sea bienvenido ese premio.
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