miércoles, 2 de febrero de 2022

Un triunfo de todos

Fue un domingo de sofá y de morderse las uñas ante el televisor, sobre todo en la última hora del partido de tenis que nos llegaba desde Australia. Era uno de esos acontecimientos que vemos de vez en cuando, capaces de concentrar la atención y las miradas de todo un país, y que únicamente el deporte es capaz de ofrecer. Solo la épica visible a través de un esfuerzo que se nos hace evidente puede erizar nuestras emociones porque se nos vuelve comprensible. En ese momento el héroe es de los nuestros en toda su plenitud; su sufrimiento, su tensión, su decepción por la mala jugada y su alegría por la buena, la rabia contenida y su cansancio son los nuestros. Lo son también el fracaso y la apoteosis del triunfo. Es como si una pequeña parte alícuota nos tocara a todos, hasta el punto de que a menudo el éxito deportivo aparece asociado al honor patrio.
Uno no entiende gran cosa de tenis, pero sí guarda entre sus recuerdos, allá en los años de su adolescencia, la emoción de todo un país cuando Santana levantó la copa tras vencer en la final a un tal Ralston en un lugar de Inglaterra llamado Wimbledon, del que pocos habían oído hablar. Y luego las dos noches en blanco ante el televisor viendo las finales de la Copa Davis en Australia, en las que nada se pudo hacer. De pronto todo el país supo de este deporte, hasta entonces solo visto en el cine, y comenzaron a proliferar las pistas, las raquetas y los aspirantes a conseguir algo más que lucir su blanco uniforme con el escudo de un club. Bien mirado, sorprende que un deporte de una sencillez casi infantil, que en esencia consiste en tirar una pelota a otro para que se la devuelva, llegue a levantar tantas pasiones en todo el mundo y a mover una inmensa cantidad de intereses económicos. Es su estética, o la sencillez de sus normas, o la emoción inherente a toda lucha individual, o la posibilidad de ver golpes prodigiosos que nos muestran hasta dónde llega la capacidad del ser humano de  generar respuestas mediante actos reflejos, o todo junto. O más bien, como en este caso, la aparición de una figura que encarne esa referencia heroica que toda sociedad necesita y en la que poder depositar el orgullo de pertenencia a la misma comunidad nacional.
El triunfo de Nadal en Australia fue glosado y analizado en todos sus aspectos, pero curiosamente donde menos se incidió en general fue en el deportivo. La persona se impuso al tenista. Se destaca mucho más su fuerza mental, su capacidad de e concentración, la entrega total hasta el último momento, pero  también la corrección, las buenas maneras y la ausencia de estridencias, tan frecuentes en otros. Quizá esto sea lo más importante.

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