miércoles, 15 de julio de 2020

La tormenta

Cada generación siempre ha creído que le había tocado vivir el peor tiempo de la historia. Cuántas veces oímos eso de "no sé a dónde vamos a ir a parar" como expresión de la evolución negativa de la situación del momento, y cuántas veces hemos leído en los libros de otras épocas frases como "en estos aciagos tiempos" o "en esta calamitosa edad en que nos ha tocado vivir". No hay más que leer cartas, memorias o diarios de cualquier época para darnos cuenta de que sus contemporáneos estaban convencidos de que no había habido siglo más desventurado que el que les había caído en suerte. Quizá sea la sensación de fracaso colectivo que nos dejan las calamidades que nos afligen, tanto las que nos vienen de la naturaleza, tomadas a veces como castigo divino, como las que creamos nosotros con nuestras ambiciones y fanatismo, como las guerras. En todas los tiempos, sobre todo en los que muestran los síntomas de ser un final de etapa, ha habido hombres que sintieron la frustrante y dolorosa sensación de que este mundo ya no era el suyo y decidieron esconderse de él dentro de sí mismos o incluso abandonarlo voluntariamente. 
No puede afirmarse que sea este el peor momento de la humanidad porque no tenemos perspectiva anímica para establecer comparaciones con otros, pero sí tenemos sobre nosotros una coincidencia de torbellinos que están componiendo la galerna perfecta. Perfecta y novedosa para nuestra generación, tanto que nos tiene desorientados y nos ha dejado sin faros ni referencias, buscando soluciones como el que palpa a tientas en una habitación oscura. 
Todo se junta. Una pandemia mortal, difícil de contener y más aún de tratar, que paraliza fuerzas, voluntades e iniciativas hasta anular cualquier impulso que no sea el de la autoprotección, que hace tambalearse los sistemas sanitarios y que saca a la luz las debilidades e incompetencia de casi todos los gobiernos. Una depresión económica, derivada de la anterior, que nos deja sin turismo y sin empleo y nos aboca a una deuda similar a la de nuestros peores recuerdos. Una crisis de valores que impone unos nuevos dogmas a cual más extravagante, que hacen creer que el mundo se ha vuelto del revés. Y una generación, a nivel mundial, de políticos endebles, de escasa solidez intelectual, de mentalidad mediocre, precaria moral y portentosa vulgaridad, muchos de ellos semifracasados en sus estudios o terminados con títulos de dudoso merecimiento. Todo junto forma la tormenta perfecta, pero pasará. Hasta las galernas más feroces terminan dando paso a una brisa bonancible.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Enhorabuena por este post, me ha encantado .