miércoles, 22 de mayo de 2019

Las tres urnas

A ver si de una vez acaba este estado perpetuo de período electoral, que tal parece desde hace unos cuantos meses que todos los problemas del país han desaparecido y los políticos no tienen otro que el de sacarnos el voto. Ya se cansa uno de encontrar el buzón lleno de sobres y panfletos que terminan provocando el efecto contrario del que pretenden. Cuánto dinero y cuánto esfuerzo derrochados, sin más premio, en la mayoría de los casos, que una mirada de compromiso al exterior del sobre antes de tirarlo directamente al contenedor. Si no hacen falta. Si aquí nos conocemos bien y ya todos sabemos a nuestra manera a quiénes nos interesa votar y a quiénes no. Ya tenemos claro qué partidos no nos convienen y en cuáles podemos tener más confianza de que harán las cosas bien; ya conocemos el grado de ideologización de cada uno y hasta qué punto esa ideología influye en sus decisiones sobre todos nosotros; ya tenemos experiencia sobre el índice de sentido común que aplican a sus actuaciones. Por ejemplo, ya sabemos a quién no hay que votar si no queremos que se nos imponga el bable como lengua oficial.
Ahora hemos de llenar tres urnas, municipales, autonómicas y europeas; o sea, elegir desde quién autorice las zanjas de nuestra calle hasta los que decidan la política continental. Las municipales son las que más elementos de juicio nos ofrecen; conocemos bien las necesidades que nos afectan y formamos parte directa del ámbito de actuación del elegido; incluso podemos ver en el candidato al vecino. Tengo la sospecha, que llega a convicción, de que el de alcalde es el cargo político en el que más abundan los que se mueven por el afán de mejorar la vida de sus conciudadanos, a pesar de que en gran número de casos resulte una labor sacrificada, poco a nada remunerada y con más sinsabores que reconocimientos. La España rural está llena de alcaldes así. No es el caso, desde luego, de las elecciones autonómicas, que vienen a ser una versión local de las generales, aunque en nuestro caso, al ser una pequeña circunscripción uniprovincial, tengan un aire más familiar.
La tercera urna es quizá la más susceptible de alinearse con nuestras convicciones ideológicas. Todos tenemos unos valores y unos principios que configuran nuestro modo de pensar, y es en las elecciones al parlamento europeo donde más pesan en nuestra decisión a la hora de elegir la papeleta. Aquí, más que en las otras, se votan las siglas, porque, salvo excepciones muy notorias, apenas tenemos referencias de sus candidatos. Son solamente nombres agrupados en listas de diversas tendencias, que aspiran a un sillón en un parlamento lejano, de funcionamiento confuso y ajeno a nuestra vida cotidiana, del que la mayoría ni sabe ni le interesa apenas nada, de tal modo que si a los ciudadanos nos entrase de repente un ataque de honestidad con nosotros mismos y nos negásemos a votar sobre lo que no sabemos, a la urna de las europeas solo iría media docena de papeletas. Y sin embargo, sus decisiones van a afectar a nuestras vidas, que por algo vivimos en un tiempo y en una comunidad en la que se cumple de forma ineludible, más que en ninguna otra, el efecto mariposa. También esta papeleta hay que pensarla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué razón tiene!
Gracias por el artículo