Andan algunos empeñados en elevarlo a una categoría que jamás ha tenido,
a él, que nunca ha dejado ver más aspiración que la de servir a la comunicación
cercana y sin pretensiones de grandes profundidades conceptuales, como en realidad
es la vida de cada día. Es el bable, nuestro querido y humilde bable, que hace
ya siglos que dejó atrás la oportunidad de su plena realización y ahora,
menguado y asténico, se ve obligado a suplir sus enormes carencias semánticas a
base de asturianizar sin contemplaciones las palabras castellanas. El bable, a
quien se le intenta hacer sujeto del difícil propósito de construir una unidad
idiomática desde la diversidad, y el resultado viene a ser un híbrido que
participa de cada una de las propiedades de las partes. El bable, que quizá
tuviera juventud y puede que hasta cierta madurez, pero que ahora, en su
tercera edad, ha de sufrir un complicado maquillaje para poder entrar en los
palacios de la cooficialidad, él, que nunca salió de las cabañas.
- Yo soy como soy. No quiero vestidos ajenos ni salones que no me
pertenecen.
No, nunca fue ese tu mundo. Una lengua, nos dicen los
estructuralistas, es un sistema gramatical virtualmente existente en el cerebro
de los individuos de una misma comunidad; como fenómeno social se opone al
habla, que es individual. Y otros añaden que para que pueda ser considerada
como tal ha de reunir cuatro condiciones indispensables: una clara
diferenciación de otras lenguas, un elevado grado de homogeneidad que pueda dar
lugar a una única normativa gramatical, una importante tradición literaria y un
considerable número de hablantes. Por el contrario, el dialecto se caracteriza
por estar subordinado a otra lengua, por su escasa normalización y homogeneidad
y por su carencia de tradición literaria.
- Ningún escritor importante ha querido usar tus recursos para su
creación. ¿Qué sientes cuando te llaman lengua?
- Mis títulos adornan más a quien me los otorga. Es como si el
criado de un arriero llamase duque a su amo para sentirse importante. Además,
mis recursos nunca tuvieron pretensiones ni posibilidades de alcances
conceptuales.
No. Más bien de concreciones y realidades primarias, y en eso sí
que puede decir algo. Algunos idiotismos, esos giros que ponen la expresividad
por encima de la gramática, son de difícil sustitución. Algunos vocablos de
carácter familiar y afectivo no pueden traducirse sin traicionarlos. Y cuántos
están grabados en el rincón más entrañable de nuestra infancia.
- Ahora hasta han relegado tu nombre. Debe de ser que los
patronímicos dan más empaque.
- Yo sé bien cómo me llamaron siempre los que más me trataron.
Desahuciado desde siempre para la alta creación literaria, innecesario
como instrumento de comunicación, que es la esencia primaria de toda lengua, quién
puede explicar de forma objetiva para qué nos sirve el bable en el ámbito de lo
oficial, como no sea quienes quieren ver en él un recurso identitario, aunque
sea de muy débil proyección.
2 comentarios:
Me ha gustado mucho su artículo.... Creo que hay algunos pícaros que han descubierto en el tema de la lengua asturiana, o el bable, un medio de vida, una forma de crear un problema que no existe, sembrar el germen de un nuevo nacionalismo. Después vendrá la República de Asturias o algo parecido.... Eso se llama "! vivir del cuento". Lo que me preocupa es que éste sea un único comentario.
Veo que escribe con calidad, mi opinión que te hago Luis es que seria bueno agregaras alguna bibliografía.
Gracias
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