miércoles, 16 de enero de 2019

El panorama

Seguramente el modo más cómodo de vivir la actualidad es asomarse a ella como el espectador que otea el movimiento del mar desde un mirador, sin riesgo y sin implicaciones, pero con una visión amplia que permita un juicio ajustado. Ya desde antiguo fue una aspiración de quienes llegaron a la conclusión de que lo más digno de conocimiento era lo que estaba dentro de ellos mismos; que la serenidad del ánimo estribaba en tomar distancia del escenario y observarlo con ojos curiosos, como quien contempla la función continua del gran teatro del mundo. Los filósofos crearon el concepto de la epojé, la suspensión del juicio sobre la realidad, y los eremitas se retiraban a lo más recóndito del desierto a pensar solo en sí mismos. Poder situarse fuera del giro de la actualidad diaria posiblemente sería la sabiduría suprema. La actualidad ajena, claro está, porque la propia cada día nos viene con su afán y su sorpresa y su desgarro, y con ellos conformamos nuestro vivir y con ellos nos insertamos en la rueda diaria de la vida. Así nos damos cuenta de lo que realmente somos: complementos directos de mil verbos y casi nunca sujetos agentes de ninguno, sin poder modificar la sintaxis del mundo. Y pues que la noria de la feria gira, nos queda el recurso de contemplar sus vueltas, aunque sólo sea para darnos cuenta de lo poco que conseguimos con ello.
Lo cierto es que nada de lo que ocurre, sea donde sea, nos es indiferente, bien porque afecte a nuestros bolsillos o porque toque nuestros sentimientos. Nos han subido los impuestos y aún andan por ahí los socios catalanes del gobierno pidiendo que se suban más, que hay que recompensar con más inversiones en su tierra el apoyo que le dan para que siga en la Moncloa. La aprobación de los presupuestos viene a ser la consecuencia de un chantaje por parte de los ventajistas de siempre, mientras otras regiones siguen esperando con sus problemas de despoblación e infraestructuras a cuestas. Aquí se nos van las fábricas en busca de acomodos menos costosos. Y ya solo nos queda una mina, quién lo diría. Y cruzar la cordillera por autopista cada año se nos vuelve más caro. Y los plazos que se prometen para la ejecución de las obras son nubes etéreas que se desvanecen sin siquiera verlas.
En Europa el brexit sigue trayendo de cabeza al que se va y a los que se quedan, y la noticia se acompaña de la de las turbulencias políticas que causa la inmigración en algunos países, mientras en el París de las eternas revueltas vuelven a volar, semana tras semana, las iras y los desmanes callejeros de los descontentos, esta vez vestidos de amarillo. En América se ha abierto una nueva incógnita en Brasil, y en Venezuela sigue el desvarío de su dictador, empeñado en convertir en miserables a los habitantes del país más rico de América. En el siniestro recodo donde habita la ausencia de libertad, nace el caso de esa chica árabe que logró escapar de la cárcel mental a la que la había destinado su familia y salió de ella con una mirada confiada, que ojalá no sea nunca contaminada por el desencanto.
No todo es desesperanza; también la actualidad se nutre de hechos positivos, solo que a veces hay que adivinarlos entre la letra pequeña, porque no venden en el mercado del pesimismo, que es lo que parece que hay que vender.

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