miércoles, 6 de septiembre de 2017

Una reflexión serena

Tiene el aspecto de alguien que ha visto mucho y que ha pensado más todavía en las cosas que le rodean, como si quisiera encontrar su explicación última. Habla con voz reposada, sin énfasis impostado, pero con rotundidad, tratando de justificar lo que dice, y desde luego con la liberadora despreocupación de quien ha decidido no estar esclavizado por la corrección política ni por el pensamiento único dominante.
-No, eso ya no. Cada día me importa menos lo que piensen otros y más lo que pienso yo. Y nadie me va a imponer cómo y cuándo lo tengo que decir.
No es muy viejo en años, pero debe de serlo en experiencias. Se expresa con la seguridad del que, después de búsquedas atentas con la mente bien abierta, ha creado un mundo propio de convicciones. Y no tiene miedo a las palabras, como quien está de vuelta de muchas cosas.
-Hay muy poca reflexión en lo que se dice, y por eso también hay pocas opiniones que tengan verdadero valor, y las que hay a veces se callan por miedo a ser apabullado públicamente por esa lista de adjetivos que los dictadores de la corrección política tienen siempre a punto, ya sabes, esos que terminan en "fobo" o en "ista". Mira ahora, por ejemplo, con los atentados de Cataluña. Nadie ha hablado en voz alta de lo absurdo de tener otra policía distinta de la de ámbito nacional. Nadie ha señalado lo que es: una redundancia sin sentido. Tenemos dos magníficos cuerpos estatales, ¿qué necesidad había de crear otros en las comunidades? ¿Se dan cuenta de lo que supone como fractura de un importante factor de unidad del país? ¿Se ha aumentado la eficacia? Porque lo que se ha visto en este caso, fue más bien lo contrario. Al fin, un enorme desembolso más solo para satisfacer a los que siempre estarán insatisfechos. Y así tantas cosas. Mira, la Transición fue quizá nuestro momento político más brillante al menos de los dos últimos siglos, pero tuvo dos graves defectos. Uno, fijar una ley electoral que permite a los partidos locales tener una representación en el Congreso que no se corresponde con el número de votos recibidos, lo que les convierte en árbitros de cualquier situación; en árbitros chantajistas casi siempre. Dos, conceder a las autonomías excesivas transferencias, sin pensar que algunas, como la de educación, era imprescindible que quedaran en manos del Estado, tal como ahora estamos viendo. Y voy a ir más allá: la misma división en comunidades autónomas, algunas de ellas formadas artificialmente a remolque del momento, para no ser menos que otras. Estaríamos toda la tarde hablando de ellas, pero miremos tan solo a lo que se ha llegado: debilitamiento de la conciencia nacional; ruptura del principio de igualdad entre los españoles; diecisiete modelos de organización administrativa; diecisiete permisos distintos para una misma cosa; calendarios escolares y materias de estudio diferentes según dónde se viva; impuestos desiguales; leyes comerciales y familiares dispares. Tarde o temprano se hará necesario pensar en un proceso de recentralización. Aunque quién sabe si lo mejor sería suprimirlas del todo; ya estamos viendo que fueron un fantástico regalo que hemos hecho a los que buscan destruir la unidad de España.

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