miércoles, 20 de septiembre de 2017

La factura de cada septiembre

Bien a su pesar, cada septiembre se encuentra uno con un tema obligado sobre el que decir unas cuantas cosas, por más que resulte inútil. Comienzan los cursos escolares, se preparan las mochilas dormidas tras las largas vacaciones y empieza también la pesadilla de los padres para llenarlas. Tengo delante el libro de texto de Historia del Mundo Contemporáneo de primero de Bachillerato de un instituto público de Secundaria. 56 euros. Puedo asegurarles que no es de piel de becerro, ni está encuadernado con estampaciones en oro, ni sus 350 páginas desprenden un hálito especial de seducción que presente su estudio como una promesa placentera; más bien es de apariencia vulgar y tipografía anodina; incluso alguien podría vislumbrar en él algún ribete sectario, pero eso sería otra cuestión que se escapa de lo objetivo. Lo objetivo es que les clavan a los padres 56 euros por el tal libro. Y eso es solo el de una asignatura; los de las demás andan por el estilo. En total, el bocado que las editoriales se llevan este mes de cada familia de los alumnos les deja a estas sin resuello y a ellas seguramente con las cuentas ya salvadas para el resto del año.
En esta pesadilla que viven los padres cada año intervienen muchos elementos enlazados entre sí: los que deciden los textos en los despachos; las administraciones, que miran para otro lado como reconociendo su incapacidad para conjugar los intereses de todos; los profesionales que en última instancia deciden la metodología a seguir en la enseñanza de la asignatura; y, a la cabeza de todos, las editoriales, al fin y al cabo empresas con una cuenta de resultados. Una cadena de eslabones participando de este desaguisado, unos por omisión y otros haciendo su agosto en septiembre. Y por encima, ese vaivén cambiante de métodos de enseñanza, que es como una confesión: después de tantos planes de estudios, tantas reuniones de pedagogos y tanta experiencia acumulada, aún no se ha encontrado la forma de enseñar ni siquiera las asignaturas menos variables en su contenido. No importa, porque los padres jamás regatearán ningún sacrificio por la formación de sus hijos, y mientras se pueda convertir ese sacrificio en ganancia, pues a ganar todos. Menos los padres.
Si además tienen hijos en Primaria, este mes se convierte en un verdadero septiembre negro. La lista interminable de adminículos que se exigen como material escolar y que se une a lo ya desembolsado por los libros de texto, viene a ser el colofón de la sangría de este dichoso mes, teñida a veces de angustia callada y sacrificios escondidos. Se dan explicaciones, claro, pero están más cerca del propósito de informar que de la finalidad de convencer. Se presenta siempre la formación del niño como el punto supremo al que se dirigen todos los esfuerzos, faltaría más, pero en este objetivo no se contempla el camino menos costoso, a pesar de que no vivimos tiempos de vino y rosas. No estaría mal que los responsables del sistema educativo se convencieran de que el ejercicio de desarrollar las facultades intelectuales y morales de un niño, educar, no guarda una relación estrictamente directa con el grado de abundancia de soportes materiales. Y que antes de pedir a boca llena echasen una mirada fuera de las aulas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que falta hacen mas articulos asi. Que lujo el que alguien con tanta calidad, claridad, sensibilidad y concision exprese lo que tantos sentimos. Gracias por compartirlo y enhorabuena.