miércoles, 7 de septiembre de 2016

Seguiré votando

Será difícil que el pueblo crea en la clase política mientras sus miembros no crean en él, en ese pueblo llano y no militante, que es la inmensa mayoría, y cuyos intereses siempre están en segundo lugar en la lista de objetivos de cada partido. El desfile de actuaciones que nos brindaron estos dos días en la tribuna del parlamento nos mostró una galería de personajes y de actitudes que parecen haberse equivocado de tiempo, de país y hasta de planeta. Hablo de los jefes de cada grupo, porque los demás son convidados de piedra sin palabra ni opinión, bultos de acompañamiento, con presencia y sin esencia. Un tipo vestido de luto, con pinta cavernaria, que parecía salido de algún museo antropológico de Cataluña, lanzando amenazas y proclamando con tono desafiante que las leyes le importaban un bledo; otro poco menos que presumiendo de venir directamente del Neolítico; otro con el puño en alto, en una escena que parecía captada en los años 30. Y luego, claro, el señor del no, el empecinado, el inmune a todo argumento, con la fatuidad del perdedor que quiere presentarse como ganador. Con semejante elenco no hay obra que pueda salir bien ni método de elección que valga. Cabría sugerirles que imiten el de la Iglesia, que para elegir al Papa encierra a los electores bajo llave y no les deja salir hasta que han cumplido su cometido. Lo que no sabemos es si saldrían vivos.
Creeré en los políticos, y bien que tengo ganas, cuando realmente intenten de corazón ejercer de políticos, es decir, de trabajar por la polis, y no por su grupito; cuando decidan hacer suya la palabra libertad, que tanto repiten, y puedan votar según su propio criterio y no del que les viene impuesto desde arriba; cuando no lleguen al extremo de tener decidido ya su voto en contra de un candidato antes de que éste exponga sus propuestas y su programa.
Creeré en los políticos cuando acostumbren a usar nuestra Historia como argumento y no como lugar donde buscar miserias; cuando aprendan a resaltar los aspectos positivos que ofrece y los usen como ejemplo y como estímulo, y no se fijen tan solo en lo que no debimos hacer, que de eso hay en las crónicas de todas las naciones. Cuando aprendan a no confundir cultura con espectáculo y dejen de llamar gente de la cultura a la que no es más que gente del mundo de la distracción, cuando no de la frivolidad. Cuando un jefe de la oposición, en su absurda autosuficiencia, no llame carca a otro diputado por hacer una alusión a un episodio del Quijote. Cuando alguien proponga alguna prueba de aptitud para el ejercicio de la profesión, como se hace para practicar cualquier otra, y evitar así la muestra continua de pobreza intelectual y de escasez de cultura, política y de la otra, de muchas señorías.
Creeré en los políticos cuando no se trasluzca en sus réplicas al contrario ningún argumento ad hominem; cuando decidan que cada partido tenga los escaños que le corresponden realmente por sus votos en el conjunto de España, y no por los que obtenga en el sitio donde se presente; cuando sean conscientes de que están ahí por nosotros y para nosotros.
Así todo, seguiré votando.

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