miércoles, 10 de febrero de 2016

Se acabó el desfile

De todas las luchas entre el cuerpo y el espíritu con que el hombre fundamenta sus creencias trascendentes, quizá la que ha terminado por ofrecer un vencedor más claro es la sostenida por don Carnal y doña Cuaresma. En favor del primero, claro. La pobre cuaresma comienza hoy sin que apenas nadie se entere y sin que apenas nadie la respete, mientras que la cara desvergonzada y alegre del amo de los sentidos lucía triunfante por medio mundo. Debe de ser una metáfora de nuestro tiempo, de espiritualidad menguante y culto sensorial creciente. Al fin y al cabo, ser lo que no somos siempre fue una aspiración oculta del hombre; y conseguirlo, aunque sea haciéndonos trampas, un sueño cumplido. Por unas horas hemos sido lo que hemos querido ser, aunque fuera a costa de hacer el mortadelo, pero ahora la altiva princesa vuelve a ser la señora de la fregona y el orondo ricachón el sumiso currante de despertador a las seis. Es lo que tiene el carnaval, que nos saca del subconsciente las frustraciones y nos las vuelve a enterrar cuando más floridas estaban.
Entre la elegancia de las mascaradas venecianas y las carnes cimbreantes semidesnudas que desfilan bajo el sol de otros lugares, puede uno establecer todo tipo de alegorías y preferencias sobre el modo de escapar de la realidad mediante la invención de otra que nos ofrezca solo una cara amable, la que nosotros elijamos. Bien mirado, no hay más remedio que quedarse con las segundas como tema de devoción carnavalesca, porque si estamos hablando del señor Carnal, a ver quién tiene más que ver con él. Además, aquellos tiempos en que salía derrotado de la batalla ya hace mucho que se han acabado; ahora el arcipreste vividor habría de repasar sus cuadernas vías en lo que toca a su condena. Espinacas el miércoles comerás non espesas; por tu loca lujuria comerás poquillas désas. Hay que ver qué ejemplo singular de conversión de vencido en vencedor.
El caso es que hoy es Miércoles de Ceniza, la marca gris en la frente y en el recuerdo, que somos polvo y al polvo volveremos, eso es, señores de los maletines y de las prepotencias, ceniza y solo ceniza, así que hagamos las cosas pensando más en el buen recuerdo a dejar aquí que en amontonar lo que se va a perder. Ya ven, el espíritu de la cuaresma. Memento mori. Enterrada ya la sardina, con las caretas y las máscaras guardadas de nuevo en el baúl, y de regreso de esos días de huida y escape ficticio con que pretendemos dar cuerpo a nuestras ilusiones, entramos ciertamente en una vida penitencial, que nos es bien conocida porque es la de siempre, o sea, a sufrir con las noticias de cada día, a contemplar los juegos de manos de los políticos, a soportar el sectarismo ideológico de algunos medios, al trabajo diario por la subsistencia, a nuestros pecadillos y virtudes, a vivir lo que nos toca, que en eso consiste todo lo que somos y no sabemos definir. Eso tan original de que todo el año es carnaval menos estos días, queda relegado al juego de las ocurrencias y al rincón donde se amontonan los deseos imposibles. Y mejor que sea así, desde luego.

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