miércoles, 13 de enero de 2016

Nuestro mundo personal

El tiempo termina enseñándonos que es en el pequeñísimo ámbito que protagonizamos con nuestra simple existencia donde únicamente podemos aproximarnos a un cierto concepto de felicidad. Ese ámbito insignificante para los demás, pero enorme para uno, que constituye nuestro jardín privado, tanto de delicias como de penas. Está a nuestro alcance ensancharlo en lo posible, ampliando nuestros recursos para autoabastecernos interiormente y hacernos un refugio cómodo en el que defendernos de quienes se empeñan en hacernos amargas todas las horas del día mostrándonos la fealdad y la maldad de todo lo que nos rodea. Es un refugio hecho de nuestras cosas más queridas: de relaciones familiares, de amistad, de lectura, de música, de viajes, de una reunión con amigos o de un paseo por la montaña, de una comida en buena compañía o de una tarde de horas lentas en la que los recuerdos nos hieren o nos gratifican. De todo eso y de lo que queramos se puede componer nuestro pequeño mundo, y qué poco han de poder ante él todos los intentos de disponer de nuestra atención y, lo que es peor, de nuestros sentimientos en el sentido que alguien dicte.
Si ya el ser humano es siempre problemático y convierte el mundo en un estado permanente de conflictos, la presentación que muchas veces se hace de ellos no busca apaciguarlos. Al contrario. Hay medios en los que más bien parecen una oportunidad para alcanzar algún fin particular. Se trata de mover emociones, de conseguir estados de opinión, de mantener tensiones, de silenciar los éxitos y hasta de regodearse en los fracasos, con tal de que todo ello sirva a una ideología. Se asoma uno a algunos medios y se encuentra con que en su país jamás ha sucedido nada bueno, o que le cargan sobre la conciencia todas las penurias que padecen en cualquier sitio, o que es corresponsable de los males más diversos, desde el cambio climático hasta la oleada de refugiados. Se tiende a ofrecer la actualidad desde su lado agresivo, obviando todos sus aspectos amables. Cómo no tratar de poner barreras a todo eso y refugiarse en un retiro interior, o acudir a fuentes mucho más cargadas de esperanza. Necesitamos oír palabras como ternura, cariño, concordia. O como honor, patria, fidelidad. O como cultura, arte, belleza.
La realidad es áspera, no hay más que asomarse a la actualidad de cualquier día y lugar, pero lo parece más porque nunca son noticia sus aspectos positivos. Y sobre este lado negativo se monta el batiburrillo mediático de cada día: los titulares, las tertulias, las entrevistas interesadas, los reportajes, las portadas. El resultado es una sensación de pesimismo y desánimo que paraliza la sociedad y no sólo dificulta su impulso para crear proyectos ilusionados, sino que pone en la picota conceptos que fueron su soporte: patriotismo, espiritualidad, tradición, familia. Es lo que vende.
La vida es dura, como siempre, y no se deja influir por nuestra voluntad individual. Uno se da cuenta de que no está en su mano mover ni una coma de la actualidad y busca refugio en sus aposentos privados con aquellos personajes que tan feliz le han hecho siempre.

No hay comentarios: