miércoles, 27 de mayo de 2015

Y ahora, a trabajar

Eso, a trabajar. Y a cumplir las promesas que nos hicieron durante estas dos semanas. Y a dejarse ya de tanta palabrería, aunque sólo sea para darnos un pequeño descanso, que es que estamos saturados de sus cosas. No de sus ideas, qué más quisiéramos que nos impregnaran de ideas vigorosas e ilusionantes, sino de eso que llamamos cosas de los políticos: de su habilidad para el manejo de las falacias, de su negativa absoluta a ver algo bueno en las propuestas del contrario, de su incapacidad para establecer alianzas pensando sólo en el bien de todos, de su descaro en denunciar la paja en el ojo ajeno sin aludir a la viga en el propio, de su maestría en ocultar su ignorancia bajo retórica barata, de la sumisión de su conciencia a la orden que da el dedo del que dirige. Cosas de los políticos, que ya casi se han convertido en categoría. Por lo que se ve, han ganado todos, como siempre; ninguno ha reconocido una derrota, así que todos contentos. Pues con esa alegría de la victoria, a tratar de establecer pronto los nuevos poderes ejecutivos, el regional y los municipales; que no suceda aquí como la vez anterior, que ni las circunstancias ni el lugar están para egoísmos miserables ni para miradas a ras de suelo.
Durante unos cuantos días los rostros de sus jefes han inundado las calles, adornados con su sonrisa más seductora, y el domingo nos decidimos por una de las listas, a pesar de estar llena de nombres desconocidos, y la pusimos en una urna. Ahí se acaba su vinculación con nosotros. A partir de ahora su actividad nos será completamente desconocida, y la confianza que depositamos en usted, hasta el punto de elegir la papeleta que contenía su nombre, se quedará sin respuesta y se irá al limbo de la evanescencia, hasta que en la próximas elecciones aparezca de nuevo para tratar de convencernos de que fue merecedor de ella. Entretanto, no esperamos gran cosa de su labor personal. La experiencia nos enseña que las propuestas que pueda imaginar para solucionar cualquier cuestión, las respuestas que tenga para salvar los problemas diarios, cualquier iniciativa propia, e incluso su percepción del latido ciudadano, estarán siempre mediatizadas por los intereses del partido. Ah, los partidos y su extraña mística del poder, entendida aquí como conocimiento. Ya se sabe que lo que más asusta de los partidos no es lo que dicen, sino lo que olvidan o no quieren decir.
Viendo esas listas llenas de nombres que en su mayoría nada dicen al votante, uno se pregunta cuántos de estos señores que nos pidieron el voto lo habrán hecho por auténtica vocación política, es decir, de servicio a la polis, y cuántos por buscarse un modo de vida en el que estar a cubierto mientras se pueda, e incluso, con un poco de suerte y si se tiene la virtud de la docilidad y alguna que otra prenda natural, medrar hasta quién sabe dónde. Vamos a pensar que estos son los menos. Ahora que los pactos entre los perdedores pueden dar lugar a un escenario inédito, con su carga de incertidumbre, el sencillo ciudadano de a pie espera de sus elegidos un esfuerzo por huir de la tentación sectaria y fijarse ante todo en el bien general. Vamos a ver.

1 comentario:

Jesús Ruiz dijo...

No se puede decir mejor ni más claro, pero me temo que será más de lo mismo si no peor. Urge cambiar la ley electoral y que sea el pueblo quién elija a los políticos por los que desea ser gobernado y no los partidos mediante listas cerradas. No es tanto cuestión de partidos, si no de buenos o malos políticos, y tenemos derecho a elegir a los buenos individualmente sean estos del signo que sean.
Mis felicitaciones por el artículo, lástima que haya que esperar una semana para poder leer el próximo.
Saludos desde la cuna de Cervantes.