miércoles, 7 de enero de 2015

Predicciones

Hace ya algunos años que no asoman por estas fechas los videntes del futuro para contarnos lo que nos aguarda en nuestra vida. Aquellos desfiles de adivinos, arúspices, agoreros, licenciados en presagios y doctores en la técnica de la prospectiva de futuro que estaban en el secreto de lo que nos tenía reservado nuestro destino, ya ni siquiera aparecen en las cadenas de la telebasura. Se ve que ya no son rentables; es una profesión devaluada. Será que estos tiempos escépticos no dan para aceptar más sandeces que las irremediables, las de algunos políticos, por ejemplo; o acaso que el ingenio y el desparpajo de los profetas de antes ya no rinde más frutos que una carcajada generalizada. Oh, tiempos descreídos; oh, reino de la incredulidad; oh, gentes sin fe.
Pues en ausencia de los que tienen el secreto del porvenir, uno ha hecho su esfuerzo, se ha encomendado al espíritu del santo obispo Malaquías y del padre Nostradamus y ha logrado participar de la visión del futuro. Su natural modestia no le impide afirmar que el alcance de sus predicciones no se limita a este año que comienza, sino también a los próximos, y aun a todo el siglo. Vayan aquí algunas de las líneas que consiguió leer en el gran libro de los designios:
Seguiremos los humildes habitantes de este planeta naciendo, luchando, sufriendo, amando y muriendo, como ha sucedido desde que el primero de nosotros comenzó a respirar en él.
Seguirá el hombre a cuestas con sus pasiones de siempre, esforzándose en la búsqueda de la belleza y la bondad, y a la vez arrastrándose en las tristes miserias de su condición humana.
Seguirán los políticos reuniéndose en cualquier lugar que se tercie, para hablar de los conflictos que ellos mismos han provocado, casi siempre por forzar la lógica de las cosas.
Seguirán naciendo cada día las esperanzas que nos fortalecen, y continuarán floreciendo miradas ilusionadas y actos de amor y promesas y propósitos desinteresados. Y en cualquier lugar anónimo del mundo seguirá habiendo quienes estén entregando a los demás la mano llena y la palabra consoladora que nadie nunca les había dado.
Seguirán los de siempre a vueltas con la idea de que su terruño es el eje del mundo, el punto de encuentro del cosmos, sin ver que están en pleno viaje de regreso tribal. Y en las tierras donde este empeño se presenta como una obligación de conciencia dictada desde lo alto, seguirá retrocediendo la humanidad del hombre para convertirse en una bestia sanguinaria.
Seguirá alguna mansa brisa de la tarde acariciando los corazones de los solitarios, ofreciéndoles quizá la compañía de todo lo creado. Y en agradecimiento sólo pedirá un suspiro.
Y seguirán la Tierra y el Universo entero dando vueltas, indiferentes a todo, como si la eternidad que a nosotros se nos niega fuera para ellos título y condena. Y desde aquí sólo podremos mirar las estrellas.

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