miércoles, 5 de agosto de 2020

Alejados de la realidad

Nunca hemos conocido un mes de agosto que se presente con tan mala cara. El maldito coronavirus, claro, con todo lo que arrastra, pero también la desorientación de un Gobierno que parece no saber a qué flanco atender entre los muchos que tiene delante. Con la economía cayendo hacia el índice más bajo de todos los registros que conocemos, con el turismo extranjero prácticamente desaparecido, con la pobreza social asomando su terrible cara, con la incertidumbre de cómo afrontar el otoño y el ya cercano curso escolar, con la política interior agitada por los populistas y los desleales de siempre, cómo se echa de menos un puente de mando que transmita confianza, prudencia, visión clara, rigor, firmeza. Pero las cosas no van por ahí. 
En la reunión de dirigentes autonómicos hemos oído de boca del presidente el plan de recuperación para hacer frente a este tremendo desastre que nos está dejando la pandemia. Nada nuevo ni ilusionante, nada concreto, ni siquiera algo que todo el mundo entienda y que sea capaz de provocar alguna forma de entusiasmo colectivo. Fórmulas abstractas, tópicas, carentes de contenido práctico y, sobre todo, desviadas del verdadero problema que nos angustia: "Transformar la economía abordando la transición ecológica para hacer frente al cambio climático, la transición digital, la igualdad de género y la cohesión social y territorial para una recuperación inclusiva". Pero ¿cuándo los políticos van a dejar de lado sus obsesiones por los artificiosos productos ideológicos de moda y se van a acercar a las preocupaciones reales del ciudadano en su día a día? Que el cambio climático sea en estos momentos un asunto prioritario en un país como España, que ni por población ni por índices industriales puede tener apenas influencia en él, resulta propio de gobernantes que viven en un estado de inopia. Que la igualdad de género se convierta en un objetivo supremo cuando la economía y el empleo se están desplomando, indica una sumisión cerril a un dogma que nada tiene que ver con el pan nuestro de cada día. Que los cientos de asesores y altos cargos, que se supone ponen su inteligencia al servicio del presidente, hayan producido este parto de los montes da que pensar en la existencia de dos realidades. Desde luego, al que ha perdido su trabajo o su negocio no creo que le preocupen en estos momentos el cambio climático ni la igualdad. Tiene el problema en su propia casa. Lo que espera es una respuesta práctica y concreta que le ofrezca un camino, o al menos la sensación de sentir sobre él una mirada de solidaria preocupación desde las alturas. La caja vacía no sabe de entelequias

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