miércoles, 17 de junio de 2020

La hora de los necios

Vemos ya poco a poco la salida de la crisis del coronavirus y, como si no pudiéramos vivir ni un momento sin alguna tensión social, enseguida nos sirven otros conflictos más o menos artificiosos, envueltos en eternos enredos ideológicos, que en definitiva son propios de nuestra condición de sociedad con el estómago lleno e incapaz de diferenciar la esencia del puchero de la espuma que lo cubre. Vayan dos ejemplos de estos días. 
Una distribuidora cinematográfica ha decidido eliminar de su lista la película "Lo que el viento se llevó" por su contenido racista, dicen, y porque algo material les irá en ello, digo yo. Coincide esto con la oleada iconoclasta que derriba estatuas creyendo derribar la historia y tratando de convertir treinta siglos de existencia en una página en blanco. No es probable que estos nuevos inquisidores del pasado se muevan por ideales puros e incontaminados, y en todo caso demuestran una soberbia infinita. Juzgar a las generaciones que nos precedieron con los criterios morales de hoy es perverso; creernos superiores a ellos indica un matiz de mala conciencia. Qué atribuciones tenemos para corregir el pasado. Cómo podemos erigirnos en jueces de lo que otros hicieron según su propia visión del mundo. Todas los hechos tienen sus causas y su sitio en el tiempo; al fin y al cabo, tanto ética como moral se derivan del concepto costumbres, uno en griego, ethos, y otro en latín, mores. Yo confieso que nunca he visto entera "Lo que el viento se llevó". Lo intenté dos o tres veces y en ninguna logré pasar de la mitad. Ahora prometo verla hasta el final. 
Y ahí está la voluntad redentora de esa señora que hace de directora del Instituto de la Mujer, que es uno de esos organismos oficiales para la igualdad que marcan la desigualdad, al menos mientras no exista un Instituto del Hombre. Pues esta dama, una tal Beatriz Gimeno, ha puesto a funcionar su poderosa inteligencia y hallado un procedimiento que puede aliviar el agobiante problema de la igualdad entre niños y niñas que nos tiene sin dormir a todos los ciudadanos. Ha advertido a una empresa de decoración del daño que está haciendo a nuestros pequeños fabricando cartelitos para colgar en la puerta de sus habitaciones diciendo, por ejemplo, "Aquí duerme una princesa" o "Aquí duerme un pequeño héroe". Ya ven, hasta en nuestros dormitorios se meten en aras de la corrección política. No sé cuántos de nosotros no habremos llamado alguna vez princesitas a nuestras niñas y a nuestros niños campeones o algo así. Qué gran descuido. Merecemos una buena penitencia por nuestra inconsciencia.

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