miércoles, 13 de mayo de 2020

Ahora, cuidado

Hemos cambiado de fase, o sea de marco de deberes y obligaciones en nuestra vida social, y con eso se nos hace más fuerte la sensación de que el enemigo retrocede y que solo le falta la estocada final. Las cifras son alentadoras, dentro de lo volátil que resulta cada recuento, y nos resultan un buen pretexto para volver a entregarnos a aquello que antes podíamos hacer impunemente sin darnos cuenta de la suerte que teníamos: dar besos y abrazos, compartir físicamente los afectos, saludar con efusividad, tomar una caña en compañía cercana. El peligro ahora puede venir de la confianza que se genera tras el suspiro de alivio al ver que lo peor comienza a irse. La confianza puede ser un factor positivo cuando se basa en las propias fuerzas, pero arriesgado cuando se utiliza para enfrentarse a las ajenas. No es un escudo que proteja ni un ahuyentador del mal. A una persona de naturaleza confiada le cuesta tiempo darse cuenta de que no es más inmune que los demás frente al peligro. Es cierto que lo que se ve por las calles es a una mayoría de personas responsables con los demás y consigo mismas, pero también a algunos que se deben de creer exentos de las flaquezas de la naturaleza humana. 
Dicen los que más saben de esto, que son los que menos suelen hablar, que el virus se irá debilitando y perdiendo su eficacia, y que la epidemia terminará desapareciendo por sí misma, como todas. Cumplida su labor de aligerar a la humanidad, el bichito se retira a sus desconocidos escondrijos hasta que, renovado en su estructura y dotado de nuevas armas de camuflaje, pero con la misma o quizá mayor carga letal, alguna circunstancia que no somos capaces de prever lo haga reaparecer. El porqué, si responde a alguna oculta ley natural de autorregulación de las especies o se trata simplemente de una manifestación más del azar, nos resulta totalmente inalcanzable. Lo que sí sabemos por experiencia es que alimenta uno de los pocos sentimientos permanentes del ser humano: el miedo; el miedo de lo desconocido, de lo complejo, de lo inexplicable. 
Cuando todo esto termine, nada será igual, al menos de momento. Habrá una oleada de movimientos convulsos en todos los frentes, porque todos han sido tocados. Habrá también muchas explicaciones que pedir por los enormes fallos cometidos por ineptitud, sectarismo, intereses partidistas o simple ignorancia de quienes estaban al frente de la gestión. Esperemos que luego lo hagan mejor y, si no, que se pueda cambiar el puente de mando. Y esperemos que también haya nuevas armas contra el virus.

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