miércoles, 8 de enero de 2020

Buenos deseos

Acaba de echar a andar el año y aún estamos en tiempo de deseos, e incluso de propósitos, que aunque las dos sean cosas más bien inútiles, cada año descubrimos que nos son necesarias, quizá porque nos dan la medida de nosotros mismos. Vamos a dejar los propósitos, que siempre terminan por pedir cuentas, y a limitarnos solo a los deseos, más que nada porque están relacionados con la ilusión. Es cierto que está en nuestra naturaleza el tener más deseos que necesidades, pero los deseos siempre encierran una carga de esperanza que nos viene muy bien para sobrellevar nuestro vivir, y estos momentos en que el calendario divide el tiempo son propicios para que sintamos la necesidad de formularlos, como si alguien los pudiera recoger.
Está aún recién nacido este año de final de década, redondo, díptico, eufónico, bisiesto y tan imprevisible como todos. ¿Qué nos traerá? ¿Qué líneas estarán escritas en sus páginas, aún sin abrir? Cuesta trabajo darle una cordial bienvenida, a juzgar por la cara que asoma, pero vamos a caer en la ingenuidad de creernos aquello que apetecemos, que al fin y al cabo es una condición natural de los hombres, y expresar algunos de nuestros deseos para este año que empieza.
Que nos vaya todo bien. Que sea un año amigo. Que en vez de problemas nos traiga soluciones. Que nos haga un poco mejores a nosotros y a las circunstancias que nos rodean. Que no nos ponga en situaciones decisivas ni nos traiga turbulencias de ánimo en las que no encontremos una luz. Que cuando den otra vez las campanadas podamos decir que ha sido el mejor año que hemos vivido.
Que alguna estrella bondadosa llene de sensatez los caletres de nuestros gobernantes. Que esa extraña amalgama que nos va a gobernar no nos traiga un sobresalto cada mañana y, sobre todo, que no cause el estropicio que se teme. Que ciertos políticos sientan la necesidad de retirarse a una solitaria cabaña del desierto a meditar allí sobre cosas más inofensivas y más acordes con sus capacidades, por ejemplo sobre cómo encontrar un mejor sistema para destripar terrones. Que los dioses que velan por los ciudadanos de a pie nos protejan de los vaivenes oportunistas de un presidente cuyas afirmaciones no tienen ningún valor, y que ha convertido sus principios, si alguna vez existieron, en una baratija de mercadillo que se vende y se compra según la conveniencia del momento.
En el pequeño mundo particular de cada uno, que es donde los deseos cumplidos alcanzarían su verdadera trascendencia, hay pocos que se salgan de lo primario, porque es en este grado donde se encuentra lo más próximo que podemos estar de la felicidad: salud, amor, paz, trabajo, suerte, alegría, bienestar económico, armonía familiar, buenas noticias, momentos de ocio, sueños conseguidos. Y el mayor de todos: que se cumplan, al menos algunos.
Pues eso. Que tengamos todos un feliz, boyante y esperanzado 2020.

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