miércoles, 13 de noviembre de 2019

El remedio que no lo fue

Por unas cosas o por otras no podemos deshacernos de la política ni un solo día; más aún, ni un solo momento. Es un organismo en perpetua autogeneración, que se retroalimenta de su propio proceso de desarrollo y que, por eso mismo, gira permanentemente como un tornillo sin fin. Es uno de los escasos conceptos, como la religión y pocos más, que nos han acompañado desde nuestra aparición en la tierra, y siempre de forma universal y sin excepciones. Al fin y al cabo somos animales sociales; nos es preciso organizarnos para sobrevivir y, por tanto, necesitamos establecer un orden vinculante de convivencia y de normas para alcanzar el bien común, que eso viene a ser la política en su sentido primario. En el actual es la fuerza que todo lo impregna y todo lo domina, que se cuela por todos los rincones de nuestra vida a través de las consecuencias que de ella se derivan, aunque no sea más que por los medios informativos, que la exprimen hasta el abuso para alimentar sus parrillas a todas horas.
Esta semana ha habido de nuevo elecciones y todo ha girado en torno a ellas. Habían sido convocadas para solucionar una situación difícil y resulta que la situación se ha complicado más. La herramienta que tenemos a nuestro servicio para resolver los problemas de la sociedad se ha vuelto un problema en sí misma. Recelos, incompetencia, uso de mentiras y falacias, lucimiento de egos, afanes partidistas, cuentas de la lechera, miradas miopes, exhibición de autosuficiencia, todo esto y más se ha dado con profusión en esta campaña de unas elecciones que dieron como resultado un remedio peor que la enfermedad que pretendían curar: un acuerdo que tiene más de medicina tóxica que de solución sanadora.
Todo podría haberse evitado si tuviésemos a nuestro alcance alguna de las herramientas de antibloqueo que funcionan por ahí para estos casos y que sería conveniente estudiar: establecer un sistema de doble vuelta, hacer que gobierne el partido más votado, fijar una barrera electoral más alta para obtener representación parlamentaria, dar un plus de diputados al partido ganador. Incluso se ha sugerido que, en casos como el de ahora, la mejor solución sería la designación de una figura ajena a la política, alguien de reconocida valía personal e intelectual, que liderase un gobierno formado por ministros de diversos partidos durante el tiempo necesario para salir de la crisis actual y crear un nuevo escenario institucional que corrija los desajustes que ahora se evidencian y evite en el futuro estas situaciones. Un especie de Cincinato moderno, que también supiese luego volver a su arado.
El apresurado acuerdo de ayer puede que ya no cause insomnio al presidente, pero a muchos ciudadanos les corre un escalofrío por la espalda.

No hay comentarios: