miércoles, 12 de julio de 2017

Otra cara del populismo

Cada vez que los que gobiernan el mundo se reúnen para analizar su marcha y -se supone- tratar de buscar soluciones a alguno de sus problemas, allí aparecen unos cuantos grupos de violentos vociferantes destrozando todo lo que encuentran entre gritos contra la globalización. En algún descanso de su antiglobal actividad bien podrían tener la deferencia de explicar a los pobres ciudadanos los profundos conceptos de su ideología, a ver si logramos saber si ya estamos globalizados, o cómo hemos de hacer para desglobalizarnos, o si merece la pena hacer algo por globalizarnos del todo. O sea, que nos faciliten la comprensión del asunto, porque ningún estudioso del asunto ha dejado las cosas demasiado claras. A lo mejor es que la utopía no admite descripciones, o quizá que de todas las doctrinas sociales que han ido brotando al paso de las generaciones desde que se consolidó el derecho al libre pensamiento, esta de la globalización es una de la que más dificultades presenta para su comprensión. En su propia contradicción, resulta tan vulnerable, o tan sumamente fuerte, que brinda sus propias herramientas para que la ataquen. Sus enemigos se citan a través de la global internet, viajan en globales líneas aéreas, pagan en globales dólares y se visten, adornan, eligen a sus ídolos e incluso la comida y el ocio según la moda global. La verdad es que podían explicar un poco mejor qué es lo que buscan.
A uno le da la impresión de que tanta contradicción de conceptos tiene bastante que ver con la esencia misma del asunto. Globalización viene a ser sinónimo de universalización. Es decir, que se está contra el impulso que tiende a hacer universales las cosas. Pero entonces aparecen unas cuantas preguntas. ¿Se está a favor de que no se globalicen la técnica, la salud, el conocimiento científico, la democracia, los derechos? ¿Se pretende que cada civilización viva de su propia producción cultural? ¿Se reclama que no haya trasvases de conocimientos entre las distintas sociedades que habitamos este planeta? Pues entonces flaco favor le hacen estos reivindicadores a más de la mitad de la humanidad, si tenemos en cuenta que los avances técnicos y científicos, la medicina, el pensamiento filosófico, las teorías sociales y políticas basadas en los conceptos de libertad y dignidad individual son obra casi exclusiva de la otra mitad. Es decir, del denostado Occidente. Si cada uno se hubiera arreglado solo con sus ideas, medio mundo seguiría en el Neolítico.
Las movilizaciones suelen ir contra cualquier reunión del G20, del Banco Mundial, el FMI o algún organismo internacional de esos de los que la mayoría de nosotros apenas sabemos más que el nombre, pero en todo caso mucho ruido parece para tan oscuro objetivo. No es probable que, aun queriéndolo, estuviera en sus manos poner puertas a una marea que lo ha ido anegando todo desde el primer viajero que descubrió que, si vendía en Samarcanda un producto europeo, le pagarían con una seda que luego podría vender en Europa, con el consiguiente beneficio. Que le pidan cuentas a ese. Entretanto, y a falta de más propuestas que el mero vandalismo, seguirán etiquetados como una manifestación más del peor populismo.

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