miércoles, 11 de mayo de 2016

Un cariño renovado

Tienen su tiempo tan medido y sujeto a horarios como siempre, ese tiempo que ahora debería ser enteramente suyo y libre de compromisos, que bastantes habrán tenido ya. Se encuentran con que han de vivir en una nueva situación en la que sólo ha cambiado lo accidental, como si se hubieran prorrogado sus obligaciones de antes y, que como antes, esas obligaciones no se pagan con dinero, sino con actitudes. Con besos y cariño, por ejemplo. Soportan los mismos caprichos y trastadas infantiles que soportaron muchos años atrás, y lo hacen con disposición gozosa, casi como quien ve en ello un premio, a pesar de que ni las fuerzas del cuerpo ni la paciencia del alma sean ya las mismas. Quieren con un cariño nuevo, que tiende a hacerlos vulnerables, y del que muchas veces salen perdedores. Son los abuelos.
Han ajustado su horario al ritmo de la vida de sus nietos. Se les ve a menudo a las salidas de los colegios, esperándolos, y por los parques, vigilando sus juegos, o por las calles, llevándolos de una mano y llenándoles la otra de chucherías. Las nuevas actitudes sociales les han sacado de una situación de retaguardia, en el que ejercían un papel a veces cercano al residuo sentimental, y les han puesto en primera línea, y todo ello sin habérselo pedido, con su consentimiento silencioso y su entrega desinteresada. Han aceptado su papel en el tramo de sus vidas en el que por fin pueden disfrutar de la libertad, porque están atados por el corazón, que es la ligadura más fuerte que puede existir, e incluso por la conciencia de un deber hacia sus hijos, del que jamás abdican.
Ya han dejado de figurar en la lista de agentes productivos de la sociedad, pero justo cuando el desgaste de la vida comienza a manifestarse en sus capacidades y en sus aptitudes, se encuentran ejerciendo de uno de sus soportes. Los abuelos se han convertido en la gran guardería nacional, gratuita, callada, sin otro reconocimiento que el que les dan sus nietos con su simple presencia. No sé si alguien se ha parado a calcular la cuantificación dineraria de esta contribución silenciosa a la marcha económica del país; cuánto empleo femenino facilita, cuántas hipotecas familiares firmadas sobre la seguridad de que se puede hacer frente a ellas porque se tiene resuelto el problema de qué hacer con los pequeños, cuántos viajes que no habrían podido realizarse si no fuera porque "hemos dejado a los niños con los abuelos". Y cuántas pensiones compartidas con los hijos en paro, cuántas renuncias y cuántos planes sacrificados e incumplidos ya para siempre. Su labor no existe para los balances económicos ni se tiene en cuenta en el diseño de ningún presupuesto. Su compensación externa sólo les llega, y no siempre, de la palabra agradecida de sus hijos y del cariño de los pequeños. Con eso les basta.
Es cierto que en el eterno desfilar de las generaciones, a la sociedad del momento no le interesa quién fue el abuelo, sino cómo es su nieto, pero, en las circunstancias hacia las que ha derivado, los nietos son, cada vez en mayor medida, lo que los abuelos sepan hacer de ellos. Lo cual le parece a uno que no es mala cosa.

2 comentarios:

Jesús Ruiz dijo...

Quisiera aprovechar este artículo, tan bien escrito como todos los de su autor y cargado de verdad, que ensalza la figura de los abuelos de hoy en día, para rendir un sentido homenaje a mi abuela, un ser maravilloso que siempre me hizo sentir su cariño, su calor, su presencia aún en la distancia, ese inmenso amor por los suyos y sobretodo esas ganas suyas de vivir dibujando siempre una sonrisa en su cara menuda, esa tierna y dulce sonrisa que tantas veces le sirvió de parapeto para amortiguar los duros golpes que la vida se empeñó en asestarle sin la más mínima consideración. Tengo mucho que agradecer a mi abuela, su cariño, sus caricias y sus besos, también esas palabras que aún hoy resuenan como un eco en mi cabeza, que ella me supo decir como nadie, que tanto bien me hicieron entonces y que tanto bien me hacen todavía, pero sobretodo debo agradecerle eternamente su ejemplo de conducta ante la vida.
Es una pena que no todos los niños puedan tener una abuela como la mía, ni unos abuelos como los que tan bien describe el artículo, algunos niños han sido criados, queridos y educados en exclusividad por sus padres con la mejor voluntad por su parte, pero sin la fundamental presencia de la figura de los abuelos en el desarrollo de su personalidad, por todo cuanto aportan estos de equilibrio y sabiduría en base a su larga trayectoria en la vida.
Los abuelos moderan conductas, sosiegan el ánimo, enriquecen con sus anécdotas, los abuelos siempre saben cómo dibujar una sonrisa en el rostro de un nieto, siempre tienen la palabra exacta que le haga sentir bien, siempre guardan un beso lleno de cariño, una mirada dulce, una sonrisa cómplice, los abuelos conocen juegos que tú ni imaginas, cuentan historias que están repletas de enseñanzas, los abuelos son ante todo alegría, paz y sosiego en nuestras vidas. No hay nada que agradezca más un nieto que una palabra amable de su abuelo, ni propina, ni chuchería, ni juguete podrán competir nunca con esa palabra que de boca de su abuelo le haga sentir el ser más afortunado del mundo.
Enhorabuena por el artículo y muchas gracias por hacer llegar al lector la importancia de los abuelos en nuestras vidas.

Unknown dijo...

Que bonito artículo y que tema tan importante. Unas palabras preciosas para unas personas han fundamentales en nuestras vidas