miércoles, 14 de octubre de 2015

El cliente, el paro y la tecnología

El paro siempre aparece en el primer lugar de la lista de problemas que tenemos en España, según repiten las encuestas continuamente. Debe de ser un asunto de difícil solución por su misma naturaleza, en la que intervienen una serie de factores contingentes de diversos tipos: económicos, desde luego, pero también políticos, sociales, jurídicos, institucionales y hasta sociológicos. Sería pretencioso tratar de explicar las causas, algo que ni los más sesudos economistas han conseguido, pero a uno le da por pensar que algo contribuyó la idea empresarial de convertir también en sujeto al que hasta entonces había sido sólo objeto directo de su acción, es decir, al cliente. Si quería ser atendido, que hiciera él la labor de los empleados. Lógicamente comenzaron por lo más obvio. Un día algún dueño de un algún edifico lujoso descubrió que el ascensor ya no era una máquina muy complicada y que sus usuarios eran capaces de apretar por sí mismos el botón, y dejó sin trabajo a los ascensoristas. Otro, los hoteles se dieron cuenta de que los clientes podían muy bien buscar ellos solos su habitación y llevar sus maletas, y suprimieron el oficio de botones. Esto fue la prehistoria; después vino lo demás. Los supermercados descubrieron que el cliente podía coger los productos con su propia mano, y acabaron con los dependientes; luego las gasolineras decidieron que el que quisiera gasolina que cogiese la manguera y la echase él mismo, y amortizaron miles de puestos de trabajo; los restaurantes de los hoteles inventaron el “self service”: que cada cliente se sirva su plato y fuera camareros; en los bancos, los cajeros automáticos acabaron con un montón de empleados de ventanilla; las tarjetas y otros artilugios telemáticos vaciaron las cabinas de los peajes de las autopistas; en las estaciones obligaron a los viajeros a sacar ellos mismos su billete y eliminaron a los que los despachaban detrás de una ventanilla. Y así una larga lista que cada día se incrementa más. Todo para ahorro de los empresarios, no del el cliente, que se encuentra con que trabaja gratis para ellos y paga lo mismo. Sé de algunos que se niegan, en lo que pueden, a consumir en estos establecimientos.
Se da la paradoja de que el avance de las realizaciones técnicas nos lleva al estancamiento de las posibilidades reales de contribuir a ese avance. Se trabaja para progresar y ese progreso reduce el trabajo. La tendencia irracional a adoptar las aplicaciones tecnológicas más recientes puede llevar a una quiebra del sistema social antes de que haya sido sustituido por otro. Si la primera Revolución Industrial tuvo como fundamento necesario el empleo masivo de mano de obra, y en la segunda, con la aparición de otras fuentes de energía y de nuevos medios y modos de producción, ya se atisbaba un predominio de la máquina sobre el elemento humano, esta tercera o cuarta, que ya no se sabe, nos amenaza con prescindir de la mano del hombre. Va a ser uno de los grandes retos de las próximas generaciones, que tendrán que emplear aún más ingenio que el que ahora se despliega en crear altas tecnologías, en paliar sus efectos.

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