miércoles, 16 de septiembre de 2015

Rebeldes sin causa

Son incansables con su matraca. Se ponen la barretina bien calada y ya no hay argumento que se la haga quitar, y venga a quejarse, a hacerse los eternamente agraviados, a tenerse por las víctimas de todos los robos y atropellos de sus vecinos, a creerse los primeros en la fila cuando se repartieron las virtudes en el mundo. Parecen el trasunto de unos niños en constante rabieta para reclamar una atención permanente. Son los catalanistas de Mas y compañía, que sé muy bien que no hay que confundir con los catalanes. Sé muy bien que sería una sinécdoque injusta. Sé que la bandera del triangulito no es el viejo y noble estandarte cuatribarrado. Pero también sé que se han erigido en intérpretes de Cataluña ante el silencio desidioso de los demás.
Todo en ellos es exagerado. Todo lo suyo es único, superior, primigenio, indigno de ser comparado. Son singulares porque tienen una lengua, una historia, una cultura o unas costumbres propias, y por tanto son nación, y así lo han enseñado a sus chicos durante dos generaciones y ahora esperan recoger los frutos. Y quieren convencernos a los demás. Son expertos en convertir hechos circunstanciales en apodícticos y en usar el conocido recurso de repetir una mentira hasta que sea tenida por verdad. Pero nada hay en su historia de especial. Fue primero parte de Hispania y luego de la España visigoda. Con la aparición de los reinos peninsulares tras la invasión árabe, quedó como un territorio del reino de Aragón, sin que la proclamación de unos condados en el siglo X pueda ser tomada como un acto fundacional de nada. Después, la reunificación; de nuevo un solo estado y un solo ente político, llamado como siempre: España. Cataluña jamás fue una entidad independiente.
Tienen una lengua, como la tenemos los demás. Identificar lengua con nación va bien a la pereza mental, pero no al análisis crítico. Equivale a decir que Argentina o Estados Unidos, por ejemplo, no son naciones porque no tienen un idioma propio. La lengua es un instrumento de comunicación, un vehículo del pensamiento, una herramienta de creación de belleza y, sí, también un factor identitario de un pueblo, pero no tiene por qué coincidir con sus fronteras.
Y su cultura, en una mirada global, es como la de tantas comunidades: destacada en unos aspectos, como en la música, y discreta en otros, como en literatura; desde luego no se encuentra ningún Nobel. Y no es exacto hablar de cultura catalana en un sentido diferenciado, porque ni el modernismo, ni aun menos el surrealismo, son movimientos exclusivamente catalanes, aunque los han cultivado a gran altura; ni siquiera el llamado románico catalán, que es de escuela lombarda. No es el caso, por ejemplo, de Asturias y su Prerrománico.
Más difícil es encontrar en la cultura popular y en las costumbres más rasgos distintivos que los de otras regiones. Que si la butifarra, la sardana, los castellets... Cambien la butifarra por el botillo o la chistorra, la sardana por las sevillanas o la jota, y los castellets por los versolaris o el silbo gomero, y verán que no son más que unas de tantas muestras populares como hay en España, sin capacidad para singularizar ninguna nación.
Emprendedora, laboriosa, creativa, vale, pero, don Arturo, deje de jugar a montar el caballo de don Wifredo.

4 comentarios:

Jesús Ruiz dijo...

Me quito el sombrero una vez más ante la capacidad del autor de este artículo para sintetizar en unas pocas frases, una realidad que no podría expresarse con mayor claridad ni tan bien argumentada. Solo queda desear que el sentido común de esa mayoría silenciosa se manifieste en las urnas, para silenciar de una vez por todas la absurda, por incoherente, pretensión de esa minoría rebelde que tanto daño está haciendo a toda la sociedad catalana y por ende, a toda la sociedad de ese país que es el nuestro y es el suyo aunque no quieran, llamado España.

Pin de la Quinta dijo...

Artículo típico de nacionalista español que ni siquiera es capaz a respetar el nombre de Artur Mas.

Anónimo dijo...

Comentario típico de un ignorante que no tiene argumentos que oponer a los del artículo.
Pin de la Sexta

Anónimo dijo...

El artículo es impecable en su factura,y se queda corto en cuanto a calificativos debido a la elegancia y cultura histórica del autor.Yo añadiría muchas cosas,pin de la quinta,soy una nacionalista que se envuelve en la bandera española siguiendo el ejemplo,de los estadounidenses,pongo por caso,que no la apean,con lo federales que son ellos.Que dejen de dar ya la lata los medios de comunicación, que son y sois pesadísimos y que arreglen sus carencias para que,por ejemplo, un señor que está en el paro y tiene que velar a su hija en el hospital no tenga que pagar 5€ por noche por usar el sillón.Mónica (yo sí firmo)