miércoles, 19 de agosto de 2015

La Universidad

Resulta imposible encontrarse con una lista de las cien mejores cosas del mundo y no ver en ella alguna española. Hagan la prueba. Busquen entre los cien mejores museos, restaurantes, aeropuertos, teatros, estadios, equipos, cantantes, lo que sea, y encontrarán unos cuantos de nuestro país, muchos de ellos en los primeros puestos. La única relación donde no aparece ninguna es en la de universidades. Y en la lista de las doscientas sólo una. Lo dice cada año el Ranking Académico de las Universidades del Mundo, uno de esos organismos que hacen dictámenes valorativos de los que todos los medios se hacen eco, que se analizan a primera vista simplemente por los titulares y que por ello fijan la percepción popular sobre la cultura de un país. Es cierto que la mayoría de los puestos están ocupados por universidades estadounidenses y que las europeas no salen en general bien paradas, pero da que pensar que ninguno de nuestros centros alcance la consideración suficiente como para ser incluido entre los cien más valorados del mundo. Puede que los criterios de evaluación no sean tan universales como la propia idea de Universidad o puede incluso que el concepto de cultura sea sometido a consideraciones relativas, con lo que los juicios también serían relativos, pero es de suponer que listas como esta serán un buen punto de análisis por parte de quienes tienen la facultad y la obligación de hacerlo. Algo habría que comparar, quizá imitar y sin duda corregir, y no sólo en materia de recursos económicos.
La Universidad de Oviedo, no aparece ni siquiera entre las quinientas mejores del mundo, y no sabemos hasta dónde habría que descender para encontrarla. Su cultivo de la sabiduría, según estos calificadores de Sanghai, no es digno de mención en ninguno de los campos. Por lo visto, nada hay en ella que traspase su condición de mero centro de distribución de conocimientos, no de su creación. Cierto que está en la línea de la mayoría de las universidades españolas e incluso europeas, pero no deja de resultar frustrante que nuestra querida Universidad, cuatro veces centenaria, siga pintando tan poco en el mapa del saber, o al menos en el de los medios que lo dibujan.
Quizá no convenga hacer excesivo caso a estas clasificaciones, que aplican unos indicadores tan generales que desvirtúan los criterios de influencia y eficacia particulares, eso suponiendo que no haya otros menos transparentes. Claro que también atienden a los que miden la productividad y la eficiencia, y eso sí que resulta más inquietante. ¿Reflejan realmente estas listas el verdadero estado de nuestra Universidad y su situación en relación con las demás? Seguramente no, al menos de modo concluyente, pero mejor sería que figurase en ellas, porque indicaría una tendencia ascendente y vigorosa, al contrario de otras instituciones, como algunos ateneos, o de otras más cercanas, como el RIDEA, un organismo que en los últimos años ha adquirido un aire de elitismo excluyente y debilitado buena parte de su antiguo prestigio y relevancia en el ámbito cultural de Asturias.

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