La Universidad de Oviedo, no aparece ni siquiera entre las quinientas mejores del mundo, y no sabemos hasta dónde habría que descender para encontrarla. Su cultivo de la sabiduría, según estos calificadores de Sanghai, no es digno de mención en ninguno de los campos. Por lo visto, nada hay en ella que traspase su condición de mero centro de distribución de conocimientos, no de su creación. Cierto que está en la línea de la mayoría de las universidades españolas e incluso europeas, pero no deja de resultar frustrante que nuestra querida Universidad, cuatro veces centenaria, siga pintando tan poco en el mapa del saber, o al menos en el de los medios que lo dibujan.
Quizá no convenga hacer excesivo caso a estas clasificaciones, que aplican unos indicadores tan generales que desvirtúan los criterios de influencia y eficacia particulares, eso suponiendo que no haya otros menos transparentes. Claro que también atienden a los que miden la productividad y la eficiencia, y eso sí que resulta más inquietante. ¿Reflejan realmente estas listas el verdadero estado de nuestra Universidad y su situación en relación con las demás? Seguramente no, al menos de modo concluyente, pero mejor sería que figurase en ellas, porque indicaría una tendencia ascendente y vigorosa, al contrario de otras instituciones, como algunos ateneos, o de otras más cercanas, como el RIDEA, un organismo que en los últimos años ha adquirido un aire de elitismo excluyente y debilitado buena parte de su antiguo prestigio y relevancia en el ámbito cultural de Asturias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario