miércoles, 6 de julio de 2022

Después de la cumbre

Difuminadas ya las imágenes de la reunión de los mandamases del mundo libre en Madrid, la actualidad vuelve a su cauce con las inquietudes y los protagonistas de siempre. Han sido unos días de expectación y en ocasiones de espectáculo, entre la curiosidad por las formas y el interés por el contenido. Luego fue la hora de los comentarios y opiniones de la infinita legión de expertos que nos iluminaron con sus análisis, desde el la necesidad de decidir una nueva geoestrategia militar en tierras europeas hasta el trascendental acontecimiento de comprar unas alpargatas. Fueron muchos los que se ocuparon de todo ello con dedicación, como pudo verse a diario en las mil tertulias que llenaron las pantallas y las páginas de los medios. La actualidad es lo que tiene: es una fuente de energía perpetua y renovable que jamás corre el riesgo de agotarse.
Lo cierto es que todo salió bien. La reunión fue un éxito y hasta los negacionistas habituales, esos que nunca ven nada bueno en lo nuestro, han tenido que descender hasta detalles ínfimos para encontrar algo con que satisfacer su permanente afán de crítica negativa. De los acuerdos de la cumbre no cabe hacer muchos juicios valorativos si no se conocen los entresijos de la política internacional. El tiempo dirá si sus consecuencias contribuyeron a mejorar la situación de tensión actual, pero lo que sí puede decirse con seguridad es que ha servido para revitalizar nuestra imagen de nación de gran densidad histórica y cultural, que siempre fue potente, pero que andaba últimamente adormecida a causa, en gran parte, de nuestra habitual costumbre de asentir y dar la razón a todo el que hable mal de nosotros. Esta vez los escenarios opinaron por sí solos: las majestuosas salas de palacios, el teatro Real y el inigualable espacio del Museo del Prado, pero también la gastronomía, el protocolo y la seguridad y el orden en las calles, tan alejado de lo que se acostumbra a ver en Davos o París, por ejemplo.
Claro que, desde una maravillosa mirada utópica, lo ideal sería que ni esta ni ninguna reunión de este tipo fuera necesaria. Cualquier organización defensiva es la respuesta al miedo que la humanidad se tiene a sí misma, incapaz de vivir toda ella bajo unos principios comunes, por elementales que fuesen, y necesitada de asociarse con los más afines para defender su seguridad. Más o menos como se ve en la naturaleza. Aquí la soledad es signo de debilidad. Ya lo dejó dicho Churchill: No es bueno discutir con los aliados, pero es peor no tener aliados con los que discutir.

No hay comentarios: