miércoles, 14 de julio de 2021

Que acierten

Nos han cambiado el Gobierno y nos lo han llenado de caras desconocidas, ahora que ya comenzábamos a familiarizarnos con las otras, al menos con algunas. Bueno, más que con las caras, era con las palabras de cada uno con lo que nos íbamos acostumbrando entre alguna sonrisa condescendiente y bastantes dosis de inquietud. A ver estos. A uno le gustaría conocer qué fuerzas rigen las entrañas de estos procesos y qué fuerzas determinan quiénes han de ser los destituidos y quiénes los que los sustituyan. O mejor no. Seguramente se encontraría con extraños y misteriosos designios y tejemanejes que no sospecha ni entendería muy bien, ni tampoco le importarían demasiado. La política es un mundo complejo en su funcionamiento interno y con normas generales hechas, a partes variables según conveniencia, de ética, pragmatismo, convicciones a medida, capacidad de relativizar la realidad, interés por el bien común y apego al poder. Esta renovación nos lleva rostros ya muy vistos y nos trae otros que de momento no son más que nombres, pero nos deja algunos de los que más alto alzaron el pabellón del ridículo y el sectarismo. Por ejemplo, se mantiene a un señor ministro de Universidades que afirma que Clarín fue fusilado por los franquistas, a un ministro de Consumo que demoniza el consumo de carne, o a una ministra de Igualdad que da todas las armas a la mujer contra el hombre, incluyendo la de que tenga que ser él quien haya de demostrar su inocencia ante cualquier denuncia. Se ve que esos no importa cómo lo hagan.

Pues que se pongan todos a trabajar cuanto antes. Que comiencen a tratar de encontrar los medios para que la crisis económica que se adivina no tenga, como siempre, su eslabón final en las familias que viven de su precario salario. Desde las alturas de los seis mil euros mensuales no se percibe la angustia del paro, la inflación, las hipotecas, la subida de la luz, la inestabilidad de los contratos, la inaccesibilidad de la vivienda o el incierto futuro de nuestros jóvenes. Que se olviden los partidismos y se dediquen a ello con todas sus fuerzas, aunque no sea más que por pura supervivencia ante el siguiente trance electoral, porque el ciudadano con el cinturón apretado suele olvidar sus afinidades ideológicas y se agarra a las siglas que le inspiren una mayor confianza en la gestión de sus bolsillos. Que se esfuercen desde ahora mismo por fortalecer la conciencia nacional, debilitada por alianzas peligrosas y concesiones a quienes tienen como principal objetivo diluirla del todo para conseguir sus objetivos. Que gobiernen sin pensar tanto en sí mismos. Por el bien de todos, que acierten.

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