miércoles, 21 de febrero de 2018

El escrutinio

Posiblemente le haya pasado también a usted en algún momento si es amante de la lectura. De pronto, cualquier día, se da cuenta de que en su casa no cabe un libro más y que no hay más remedio que hacer una poda para disponer nuevos espacios, otorgando prioridades y condenando a unos cuantos a las tinieblas exteriores. Y entonces se pone manos a la obra, dispuesto a hacer un escrutinio que ni el del cura y el barbero, para limpiar de ramulla vana sus estantes. Sabe bien que sobre las bibliotecas cae la misma ley que sobre todos nosotros: nacen y crecen y, aunque afortunadamente no mueren, a veces presentan achaques de evidente vejez. Así que, armado de un insobornable espíritu crítico, prepara unas cuantas bolsas y comienza a examinar título por título para determinar cuáles desaparecerán para siempre de su estante para dejar su sitio a los que vengan. Y al cabo de unas cuantas horas de hojear, recordar, dudar y tratar de convencerse a sí mismo de sus razones, se da cuenta de que no ha metido ninguno en las bolsas y que siguen tan vacías como antes. Ni siquiera las tres novelas de Estefanía que reencontró olvidadas y arrinconadas. Al final todo ha quedado como estaba. Suspira y se dice a sí mismo que se trata tan solo de un aplazamiento y que en el próximo escrutinio será ello, pero sabe que ese día ocurrirá exactamente igual.
Pero mientras manoseaba cada libro ha podido comprobar que una operación tan simple puede terminar convirtiéndose en una pequeña reflexión existencial si trata uno de realizarla sin haber procurado prevenirse contra los efectos del paso del tiempo. Una biblioteca es, casi como ninguna otra cosa, el reflejo de una vida, de una personalidad y de un carácter. Los libros que hoy la componen fueron el resultado de unas ideas determinadas en un momento determinado. La simple mirada de sus títulos nos informa de nuestra propia evolución con una fiabilidad más exacta que nuestro mismo recuerdo, porque su sola presencia ya desmiente cualquier otra apreciación. Esos libros que hemos ido adquiriendo a lo largo de toda nuestra vida con tanto esfuerzo, cuántas veces mirando con pena nuestras exiguas propinas hasta ahorrar lo suficiente para poder tener al fin en la mano aquel objeto, que desde entonces se hará parte de nuestro mundo para siempre. Libros que nos han regalado con ilusión y tienen una dedicatoria querida o famosa, pero en todo caso inapreciable. Libros todos ellos que responden con casi total exactitud a nuestra visión de la vida en aquel momento. Libros que nos han hecho pensar, reír, llorar y hasta sudar sobre sus líneas incomprensibles; esos libros que no pueden ser sustituidos jamás, porque tienen en sus tapas el olor de nuestras manos y en sus páginas el secreto de nuestros pensamientos, de algún que otro propósito y de más de una esperanza. Cómo sentenciar y en virtud de qué, si todos tocan alguna pequeña fibra de nuestra memoria; cómo lograr que dejen de ser una fuente de nostalgia invencible por tanta vida dejada atrás. Desde su rincón seguirán dándonos cuenta del trayecto que ha recorrido el pequeño mundo de nuestros gustos, los estilos narrativos que en su momento admiramos o de las preocupaciones y los temas que un día nos inquietaron. Y seguirán en el estante.

No hay comentarios: