viernes, 15 de abril de 2011

Semana ¿Santa?

El sol que se nos promete este año, la nieve de otros y las mil razones de siempre han convertido desde hace ya mucho tiempo a esta semana en la menos santa del año. Viajes, escapadas, playa y montaña, campo, barbacoas, espectáculos. Esta semana, milenaria y santa por propia definición, apenas es ya más que un grato paréntesis que interrumpe la rutina de la primera mitad del año. Maná de hosteleros, bendición de agencias de viajes, salvación de compañías aéreas, enderezadora de entuertos turísticos y tormento de los responsables de tráfico. El segundo gran momento del año cristiano, el que cierra y culmina su ciclo dogmático, es una inmensa manifestación de fe profana. Si en el período navideño, a pesar de la plaga comercial que ha caído sobre él, se mantiene una innegable cercanía al hecho que se celebra y un espíritu de cierta aproximación litúrgica, que se refleja en la tradición de la celebración familiar, en Semana Santa se hace difícil encontrar otra cosa que caras ansiosas de llegar a un destino ajeno al suyo. A lo mejor es que un nacimiento, aunque haya tenido lugar hace dos milenios, nos aviva siempre una idea de alegría; en cambio la muerte, por más que haya sido redentora, nos perturba, mientras que la resurrección, como todo lo que es ajeno a la realidad ordinaria, resulta de muy difícil comprensión fuera de la gracia de la fe.
Claro que quedan las procesiones. Aparatosas y rozando la manifestación folclórica en el sur, donde a veces no es fácil deslindarlas de la condición de desfile turístico. Más recogidas y silenciosas las castellanas, y con el valor añadido de la absoluta categoría artística de sus imágenes. Pero incluso estas manifestaciones han llegado a convertirse en un motivo en sí mismas para atraer visitantes; es decir, en un resorte económico. Sorprende ver cómo ediles y alcaldes que se visten de progres el resto del año y aprueban mociones para que se retiren todos los símbolos religiosos de las escuelas públicas, no tienen inconveniente en hacer publicidad de la Semana Santa de su localidad con folletos y carteles con la imagen doliente del Nazareno. ¿Quién hace de piedras pan, sin ser el Dios verdadero? El dinero.
Esta semana termina sólo por ser santa para esa alma humilde y anhelante, que se recoge en la penumbra silenciosa de una iglesia, cara a cara consigo misma y a solas con el misterio que nutre su fe. Su meditación sobre el hecho fundamental del dogma cristiano se convertirá en plegaria, en propósito, en razón de vida. Renovará su esperanza con la palabra mil veces oída y siempre renovada, como alimento que es. Y no andará por las calles con sayales ni capirotes. Sólo para ella la semana es santa.

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