lunes, 5 de octubre de 2009

Subida de impuestos

Pues sí que hacen falta tantas facultades de Económicas y tantas inteligencias dedicadas al estudio de la cosa del dinero, premios Nóbel incluidos; sí que merece la pena rodearse de centenares de expertos a sueldo de oro, esos que manejan el lenguaje económico con las expresiones esotéricas de los iniciados y que en el fondo no pueden evitar parecer resabios de los viejos arbitristas. Al final, todo lo que se les ocurre a nuestros gobernantes para salir de la crisis es lo que se le ocurriría al más lerdo en estas cuestiones: subir los impuestos. Los directos, los indirectos y los demás, si es que queda alguno. Dicen que es para sacarles dinero a las rentas más altas, y suena muy bien, pero resulta que lo primero que van a "reajustar" es el IVA, que "reajustará" a la vez el pan que usted compra cada mañana, el autobús que ha de tomar cada día, el café que se permite cada tarde, la luz, el teléfono y todo lo que necesitamos cada minuto. O sea, que todos seremos más pobres, sólo que a los ricos les importa menos. Si además le suben lo que le descuentan de los intereses de la pequeña imposición a plazo fijo que ha conseguido tener después de privarse de muchos caprichos, las cuentas de las soluciones no cuadran. Al ciudadano le van a castigar tanto si consume como si ahorra. No sé lo que dirán los expertos, pero si se frena el consumo y el ahorro, no parece que pueda reactivarse nada.
Apoyado en el mostrador de una cafetería, un cliente con aire de ejecutivo explicaba a su interlocutor sus conclusiones, que iban más allá de la simple coyuntura:
-La raíz de todo está en el sistema que nos hemos dado. Hay que ser un país muy rico para mantener dieciocho gobiernos, con sus asesores, coches oficiales y demás, dieciocho parlamentos, casi 1.900 diputados entre nacionales y autonómicos, cinco cuerpos de policía, no sé cuántas televisiones públicas. Pero no hay remedio, porque cualquier posible reforma depende de ellos y no la van a hacer.
Lo que el contribuyente más bien se pregunta es cómo, en un momento en que millones de familias están viviendo la angustia de la necesidad, podemos permitirnos regalar dinero a manos llenas a todo el mundo. Hemos perdonado a don Evo, ese que saludó al canciller de la república de España, una deuda de 70 millones de euros, y hasta los gays y lesbianas de Zimbabue han tenido su regalo, y los que habrá por ahí que uno no sabe. Como para acoger la subida de impuestos con una sonrisa en los labios.
Si hasta puede ser que resulte necesario; si hasta es posible que existan razones de ida y vuelta más allá de la pura filantropía, pero que alguien nos lo explique, aunque no sea más que para no sentirnos unos pardillos, eso sí, con palabras alejadas de la retórica de la fraternidad universal y cosas así.

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