miércoles, 12 de mayo de 2021

Un poco de envidia

El ministro de francés de Educación, un tal Jean Michel Blanquer, debe de ser un tipo escaso de complejos que silencien sus convicciones en aras de algún rédito populista. No parece importarle mucho el griterío que puede desencadenar entre la progresía pseudofeminista, y desde esa ausencia de remilgos ha prohibido el lenguaje inclusivo en los colegios franceses. Se acabó enseñar a los niños a dañar la lengua con esa inútil reiteración de dobles expresiones de género. En la circular publicada y dirigida a las autoridades educativas de todo el país, se afirma que este tipo de escritura constituye un obstáculo para la lectura y la comprensión de lo escrito.

Dan un poco de envidia estos franceses en su defensa de aquello que los une, en este caso la lengua como el elemento más poderoso de estructuración nacional. Ya hace algún tiempo el Consejo Nacional había confirmado algo que convirtió en indiscutible: que no hay más que un único idioma oficial en toda la nación, que es el francés, y que no hay más que hablar. Que sí, que el bretón, alsaciano, occitano, corso, catalán y demás están muy bien y cada uno puede hablarlos cuanto quiera, pero que sólo sirven para usarlos con el vecino, y que nada de cambiar los rótulos de las carreteras y los nombres de las ciudades. Que una de las razones de la gran cultura francesa es su lengua, y que ninguna habla local, por muchas aspiraciones de gran idioma con que lo presenten, va a hacerle sombra. Que nada de pagar intérpretes para que traduzcan al francés las palabras de un francés y que todo ciudadano debe poder recorrer cualquier región de su país sin sentirse extraño en ella. Que un niño de la Provenza ha de seguir teniendo la posibilidad de ir a un colegio de Bretaña sin ser sometido a una obligada inmersión lingüística, aderezada con muchas gotas de hecho diferencial. Tienen a su lengua nacional como su más alto signo de identidad. Han sabido respetarla y convertirla en el símbolo supremo de su identidad. Sin ser un idioma que cuenta con gran número de hablantes, han logrado que esté presente en los planes de estudio de muchos países y que sea lengua oficial de casi todos los organismos mundiales.

Ahora no quieren aceptar su degradación en los textos escolares, porque "la escuela es el lugar en el que el niño se convierte en ciudadano gracias a una cultura común, y no puede ponerse en peligro ante los intentos de quienes quieren llevar la revolución al lenguaje. Porque el lenguaje es la razón común, no una razón de parte". Sí que dan un poco de envidia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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