Entre la avanzadilla del invierno que nos ha llegado en forma de
frío, nieve y riadas, la amenaza de otra
variante del virus, que no acaba ni de irse ni de quedarse quieto en su estado
actual, y el volcán, que sigue con su furia intacta, la naturaleza parece
empeñada en recordarnos sus poderes y su grado de indiferencia por nosotros.
Entre todo eso y lo que ponemos de nuestra parte los que nos llamamos seres
racionales, la actualidad anda, como siempre, desapacible, hosca y
produciéndonos inquietud cada vez que nos acercamos a cualquier noticiario. Da
la impresión de que esta especie de mono desnudo que se ha apoderado del
planeta tiene como actividad preferente la de preocuparse en hacer lo posible
por no ser feliz. Yo creo que de todas las maldiciones que los dioses han
echado a los hombres en todos los sitios y épocas, ninguna pudo ser tan
perversa como esta: condenados estáis a empeñaros en hacer lo contrario de lo
que deberíais hacer para ser felices. Y en eso estamos.
Si con la naturaleza no cabe más diálogo que decir amén a todo lo
que nos imponga, sí está en nuestra mano tratar de modificar lo que tiene su
origen en nosotros en busca del mayor bien posible. Podría hacerse una
clasificación primaria de las personas, dividiéndolas en dos grupos: las que
buscan problemas y las que buscan soluciones. Pero, a pesar de su atractivo
enunciado es eso, primaria, porque los que buscan problemas lo hacen casi
siempre pensando que con ello consiguen soluciones, con lo cual el problema se
alarga hasta el infinito. Somos un tejido inextricable de contradicciones,
intereses, hipocresías, ambiciones y pasiones ocultas, y en virtud de ellas mentimos,
fingimos y pasamos por encima de la verdad y hasta de nuestras propias
convicciones.
El reflejo de esto en nuestra vida privada tiene siempre un
alcance limitado, e incluso puede que se compense en muchas ocasiones con
actitudes nobles y sublimes, pero en el campo de la política es realmente
repugnante. Una guerra en la que las armas son unas pobres gentes desesperadas
a las que se envía a morir de frío ante una frontera cerrada o ahogados ante
cualquier costa de una tierra prometida; en muchos sitios tiranías, dictaduras
y aplastamiento de voluntades; aquí una pandilla de chantajistas tratando de
obtener para su huerto todo lo que puedan a cambio de sus raquíticos votos, y
un Gobierno que cede lo que sea con tal de conseguirlos. Frente a tanto dogmático,
que piensa que es el único que ha encontrado la verdad, vendría bien algo del
escepticismo de quien se queda en su búsqueda.
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