La paz y el bienestar de nuestra sociedad no dependen más que del
azar, es decir, de que el hombre cargado de odio, el humillado, el sediento de
venganza, no adquiera poder. Todos tenemos nuestros rencores y nuestros
inconfesables y secretos deseos, pero están contenidos por el propio sistema de
relaciones que establece la sociedad para sus miembros. Pero ¿qué ocurre cuando
alguien con mucho odio o mucha ambición o mucho delirio se libera de esa
contención por haberse encaramado a la cúspide? Pues que comienza seguramente
un tiempo marcado por el riesgo constante de todo lo anómalo. Ese azar que le
ha tocado a ese pueblo hará la desdicha de sus habitantes. No hay enviados, ni
hombres providenciales, ni guías carismáticos; no hay más que circunstancias. La
paz no depende más que del hecho de que el que puede no odie, o de que el que
odie no pueda. Hoy, cuando miramos las imágenes de Ucrania, cualquiera puede
ver el reflejo de la acción del azar; el azar de que un hombre haya alcanzado
todo el poder lleno de odio y de fanatismo. Si Putin hubiera sido tendero o acomodador
de cine o tocador de balalaika, seguiría siendo el mismo desalmado, pero no
habría podido causar tanto dolor, tanto miedo y tantas muertes. Nada hay
previsto; todo depende de que las circunstancias fabriquen su hecho. Sólo
podemos ayudarlas. Y en todo caso, ser escépticamente optimistas.
Esta guerra es seguida como una novela por episodios. Ningún otro
conflicto desde la II Guerra Mundial fue atendido tan de cerca por el ciudadano
de a pie. Quizá sea porque se trata de un capítulo más de la larga historia del
recelo y del antagonismo hacia el imperio de la gran estepa oriental, impreso
desde siglos en nuestra conciencia histórica de europeos occidentales. Además,
la particularidad del alma rusa con relación a la nuestra, que en su lado
positivo hemos visto y admirado plasmada de forma espléndida en muchas de sus
manifestaciones culturales, se ha diferenciado más cuando, hace ya un siglo,
adquirió una connotación ideológica propia, que constituye el fundamento de su
sistema político y económico. Una ideología impuesta por la fuerza, de carácter
totalitario y dirigista, en la que la libertad y los derechos individuales están
sometidos a la voluntad de un partido único. En el fondo, esta viene a ser una
guerra entre dos conceptos de convivencia: la que se articula mediante el
ejercicio de la democracia, con todas sus limitaciones, y la que se impone bajo
un esquema dictatorial en el que se anula por completo el mundo personal del
ciudadano. No es de extrañar el unánime apoyo de Europa a Ucrania.