Cada vez le quitan más a uno las ganas de volver la vista hacia su
infancia, que por lo visto fue un territorio en el que recibimos unos valores y
unos ejemplos justo al revés de lo que deberían ser. Con lo bien que nos
sentíamos creyendo que habíamos tenido una niñez feliz, al menos así quedó para
siempre en nuestro recuerdo. Tendríamos que pedir cuentas a nuestros padres por
tratar de cumplir nuestros deseos y de procurar que nos sintiéramos los amos
del mundo aunque fuera un solo día. Por ejemplo, en Reyes. A quién se le ocurre
darnos lo que pedíamos. Cómo pudieron tener presente por encima de todo
satisfacer nuestra ilusión. Mira que
regalar a mi hermana una Nancy en vez de un balón y a mí un fuerte apache en
lugar de un juego de cocinitas. Cómo era posible que el instinto de hacer
felices a sus hijos fuera más poderoso que la conciencia igualitaria que debía
ser la norma rectora. Claro que en su descargo hay que decir que la culpa era nuestra,
de los niños. En vez de ponernos con las mariquitas recortables preferíamos
jugar a los indios o a la peonza, las canicas o las chapas, todos juguetes que
fomentaban la desigualdad. Y ellas igualmente a lo suyo. Qué grave
inconsciencia la nuestra.
Menos mal que tenemos ahí a nuestro inefable ministro de Consumo,
siempre velando porque consumamos lo que más nos conviene. Si hace unos días se
molestó en enseñarnos lo que deberíamos comer para salvar el planeta, ahora nos
muestra qué juguetes debemos comprar a nuestros hijos para que todos y el mundo
entero sean más felices. Bueno, todos menos el niño al que se le trae un
juguete que no le gusta.
Qué caro y molesto resulta un ministro sin nada de que ocuparse,
porque dispone de dineros y del BOE, y como ha de parecer que hace algo para
justificar su inútil ministerio, caza al vuelo cualquier ocurrencia para
hacerla pasar por una gran idea. La de ahora es pedir a los padres una huelga
de juguetes que "reproduzcan roles de género que condicionen la
personalidad de los menores"; o sea, que compren a sus pequeños solo los
que el ministerio diga, que para eso es sujeto agente del pensamiento único. A
nadie se le ocurre dudar de la necesidad de conseguir la absoluta igualdad de
derechos entre los dos géneros, pero no de lo que vive en el interior de cada
persona. No se pueden igualar las ilusiones ni los deseos, las inclinaciones,
gustos, vocaciones o preferencias, rasgos de carácter que precisamente se
manifiestan en la infancia y que son consustanciales con la personalidad. Que
cada niño reciba el juguete que le haga más feliz y que los padres se olviden
de lo que diga ese faro que ilumina nuestras vidas en el Ministerio de Consumo.
1 comentario:
A mí me traían los Reyes Nenucos,Nancys,hulahop....a mi hijo balones, Scalextric,guantes de portero,a mi hija Barbies y castillos de princesas.Hoy los tres somos personas justas,empqticas y honestas....y yo no veo que me falte ningún derecho por más que lo bieque,al contrario que a mi hijo,a quien la presunción de inocencia ya le está vetada si una mujer decide ir a por él....ciudadano Garzón,cuando le sale el ramalazo de su partido comunista y se pone a adoctrinar debería dar mucho miedo...si alguien le hiciera caso.Regalel a sus hijas unos guantes de boxeo si quiere y déjenos a los demás con nuestro dinero,nuestras ilusiones y nuestros hijos.Enhoraburna,Señor Escritoe
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