Hay riquezas a las que uno renunciaría de buena gana, si
pudiera. La riqueza habrá que medirla, digo yo, en función de su capacidad para
generar estados positivos que redunden en bienestar y en la solución de
problemas; si no, ya me dirán para qué vale. Pues eso es lo que no acaba uno de
ver con el tesoro que dicen que tiene España con sus cuatro o cinco lenguas. O
más, porque cada día aparece una nueva.
Las lenguas son resultado de la trayectoria histórica del hombre como ser social. La abundancia de ellas en un pequeño espacio no indica más que un estado de incomunicación secular entre los grupos sociales que lo habitaban, estado que puede deberse al hecho de que haya diferentes lenguas que impidan la comunicación, o a la incomunicación, que fomenta la aparición de distintas lenguas. Con la consolidación de alguna de ellas como lengua nacional, y a veces universal, las demás fueron perdiendo todas sus funciones, entre ellas la primordial de toda lengua: la de ser vehículo básico para la comunicación. Hoy pueden ser vistas como un factor de identificación, pero también como un resto de tribalismo y, en todo caso, como una reminiscencia histórica de carácter cultural. Pero que no nos repitan a todas horas eso de que es una riqueza inapreciable de nuestro país. Está claro entonces que Botswana, con más de doscientas lenguas, es infinitamente más rico culturalmente que Alemania, que sólo tiene una, la pobre.
La riqueza cultural de un país no la da el número de lenguas, sino el empleo que se hace de ellas. Si España ha creado una de las tres o cuatro literaturas más importantes del mundo, desde luego no ha sido por lo que aportaron el euskera, el gallego o el catalán, y no digamos el bable. La expresión creativa busca sus propios cauces y, según vemos, los cauces elegidos a lo largo dela Historia
fueron pocos. Y es que, en definitiva, la lengua es el espacio social de las
ideas.
Seguiremos oyendo eso de que España tiene una riqueza única en sus lenguas, cuando la riqueza real sería no tenerlas, porque así no gastaríamos los millones que nos gastamos en traducciones, doblajes, dobles rótulos, ikastolas, disposiciones legales y subvenciones de todo tipo. Pero bueno, debemos de ser los europeos de mayor riqueza cultural. Porque ya saben que el momento dela Historia más rico en
cultura no fue la Grecia
clásica ni la Italia
del Renacimiento ni nada parecido. Fue la torre de Babel.
Las lenguas son resultado de la trayectoria histórica del hombre como ser social. La abundancia de ellas en un pequeño espacio no indica más que un estado de incomunicación secular entre los grupos sociales que lo habitaban, estado que puede deberse al hecho de que haya diferentes lenguas que impidan la comunicación, o a la incomunicación, que fomenta la aparición de distintas lenguas. Con la consolidación de alguna de ellas como lengua nacional, y a veces universal, las demás fueron perdiendo todas sus funciones, entre ellas la primordial de toda lengua: la de ser vehículo básico para la comunicación. Hoy pueden ser vistas como un factor de identificación, pero también como un resto de tribalismo y, en todo caso, como una reminiscencia histórica de carácter cultural. Pero que no nos repitan a todas horas eso de que es una riqueza inapreciable de nuestro país. Está claro entonces que Botswana, con más de doscientas lenguas, es infinitamente más rico culturalmente que Alemania, que sólo tiene una, la pobre.
La riqueza cultural de un país no la da el número de lenguas, sino el empleo que se hace de ellas. Si España ha creado una de las tres o cuatro literaturas más importantes del mundo, desde luego no ha sido por lo que aportaron el euskera, el gallego o el catalán, y no digamos el bable. La expresión creativa busca sus propios cauces y, según vemos, los cauces elegidos a lo largo de
Seguiremos oyendo eso de que España tiene una riqueza única en sus lenguas, cuando la riqueza real sería no tenerlas, porque así no gastaríamos los millones que nos gastamos en traducciones, doblajes, dobles rótulos, ikastolas, disposiciones legales y subvenciones de todo tipo. Pero bueno, debemos de ser los europeos de mayor riqueza cultural. Porque ya saben que el momento de