Feliz Navidad a ese colegio que prohibió un festival de villancicos, a quienes aquí han decidido no instalar ningún belén público y a todos esos que entienden que las tradiciones que sustentan nuestra vida tienen un valor infinitamente más pequeño que el progresismo de sus ideas. A pesar de todo, feliz Navidad.
Feliz Navidad a quienes convierten cada día en un acto de heroísmo anónimo, a quienes se levantan cada mañana para ir a su trabajo sin apenas otra satisfacción que el de tenerlo, a las madres que llevan a sus hijos al colegio y les quitan con un beso la destemplanza de la madrugada, a quienes han de convertir la rutina diaria en el argumento central de sus vidas. Que en estos días puedan sentir el inmenso valor de esa rutina.
Feliz Navidad a los que vagabundean por nuestras calles con su esperanza a cuestas, prefiriendo antes la miseria aquí que la vida en sus países. Que los nuevos aires que han decidido respirar cambien en su alma todo aquello que haga falta y den a su cuerpo el cumplimiento de sus ilusiones.
Feliz Navidad a quienes soportan cada día las miserias de nuestro espíritu, ayudados por la robusta coraza del amor o la amistad, y a quienes sufren en su débil carne los instintos criminales de quien cambió su amor por odio. Con respeto, ternura y sincero anhelo, feliz Navidad.
Feliz Navidad a los pastizales de Beit Sahud y a quienes apacientan en ellos sus rebaños y ven que en el cielo, en vez de una luz anunciando paz a los hombre de buena voluntad, aparece la de los helicópteros lanzando ráfagas de muerte; a todos los habitantes de Belén, que seguramente nunca cantaron un villancico, y a quienes aún hoy siguen haciendo el papel de Herodes. Incluso a estos.
Feliz Navidad a los campos silenciosos, blanqueados por la escarcha de la mañana como una ilusión recién nacida; al jilguero aterido que espera con infinita paciencia un breve rayo de sol; a la cumbre nevada y al bosque enmudecido; al leño que crepita y a las manos que calienta.
Feliz Navidad a ese señor que me saluda por la calle sin conocerme, a quien me llama para mostrar su desacuerdo con algo que he escrito, al cartero que, sin saberlo, me llena cada mañana de alegrías y disgustos. Y a ti, que has querido leerme.
Feliz Navidad a quienes convierten cada día en un acto de heroísmo anónimo, a quienes se levantan cada mañana para ir a su trabajo sin apenas otra satisfacción que el de tenerlo, a las madres que llevan a sus hijos al colegio y les quitan con un beso la destemplanza de la madrugada, a quienes han de convertir la rutina diaria en el argumento central de sus vidas. Que en estos días puedan sentir el inmenso valor de esa rutina.
Feliz Navidad a los que vagabundean por nuestras calles con su esperanza a cuestas, prefiriendo antes la miseria aquí que la vida en sus países. Que los nuevos aires que han decidido respirar cambien en su alma todo aquello que haga falta y den a su cuerpo el cumplimiento de sus ilusiones.
Feliz Navidad a quienes soportan cada día las miserias de nuestro espíritu, ayudados por la robusta coraza del amor o la amistad, y a quienes sufren en su débil carne los instintos criminales de quien cambió su amor por odio. Con respeto, ternura y sincero anhelo, feliz Navidad.
Feliz Navidad a los pastizales de Beit Sahud y a quienes apacientan en ellos sus rebaños y ven que en el cielo, en vez de una luz anunciando paz a los hombre de buena voluntad, aparece la de los helicópteros lanzando ráfagas de muerte; a todos los habitantes de Belén, que seguramente nunca cantaron un villancico, y a quienes aún hoy siguen haciendo el papel de Herodes. Incluso a estos.
Feliz Navidad a los campos silenciosos, blanqueados por la escarcha de la mañana como una ilusión recién nacida; al jilguero aterido que espera con infinita paciencia un breve rayo de sol; a la cumbre nevada y al bosque enmudecido; al leño que crepita y a las manos que calienta.
Feliz Navidad a ese señor que me saluda por la calle sin conocerme, a quien me llama para mostrar su desacuerdo con algo que he escrito, al cartero que, sin saberlo, me llena cada mañana de alegrías y disgustos. Y a ti, que has querido leerme.