miércoles, 30 de junio de 2021

Nueva profesión

Casi 23.000 aspirantes a astronautas, entre ellos 1.300 españoles, se han presentado a la Agencia Espacial Europea como candidatos a participar en alguna de las misiones que proyecta llevar a cabo en los próximos años. Tendrán que ser ciudadanos europeos y cumplir una serie de requisitos físicos y académicos, sobre todo en lo que se refiere a las áreas científicas y tecnológicas, además de contar con tres años de experiencia en sus respectivas especialidades. Todos ellos pasarán estrechos filtros y exigentes pruebas a lo largo de un año, hasta que al final queden tan solo cuatro o seis elegidos, que son los que se prevé que se necesiten. Un camino largo y difícil, escaso de certezas y de final incierto, que exige una entrega sostenida por una vocación a prueba de sacrificios y decepciones, como casi todas.

O sea, que ya han pasado los tiempos en que nuestros jóvenes aspiraban a ser bomberos, futbolistas o rockeros. Ahora puede que también, pero el desarrollo de la tecnología espacial y la incorporación a ella de nuevos actores, entre ellos Europa, han abierto un nuevo e inacabable campo en el que encontrar otros paradigmas de héroes y nuevos propósitos a los que aspirar como meta de realización personal. El espacio exterior, que desde el comienzo de la carrera por su exploración fue siempre un sueño de imposible realización que enfriaba toda vocación, se ha convertido ahora en una posibilidad más cercana y realizable, eso sí, solo para quienes tengan capacidades y cualidades muy concretas.

Afortunados ellos, que podrán contemplar nuestra casa desde la distancia y tendrán ocasión de modificar todos los resabios y prejuicios que da la proximidad. Perdido en la infinitud, solo en la inmensidad que lo rodea, nuestro planeta no podrá menos que inspirar reflexiones que desde aquí no pueden alcanzar más categoría que la de intentos. Quizá una de las soluciones para tomar conciencia exacta de nuestros actos como seres humanos y ordenar un poco nuestro mundo sería que todos pudiéramos dar una vuelta por ahí arriba y ver desde la negrura del vacío exterior este puntito azul en el que nos afanamos cada día con todas nuestras fuerzas. Nos parecería increíble que puedan caber en él tanto torbellino de ambiciones, de luchas por conseguir objetivos que desde allí nos parecerían menos que insignificantes, de disparates continuos y de energías gastadas en aras de lo efímero y lo inútil. No podríamos comprender que en aquella pequeña y preciosa bolita de tenue color celeste, la única en la que ha surgido la vida, sus habitantes no hayan conseguido vivir en paz completa ni un solo día desde que aparecieron en ella.

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