miércoles, 7 de julio de 2021

Sigue ahí

No acaba de irse el dichoso virus. Cuando parece que está de retirada gracias a las vacunas, nos damos cuenta de que aun cuenta con un enorme campo de actuación y que no ha hecho más que reducir un poco su presencia en el escenario y permanecer agazapado, mientras se camufla bajo la apariencia de una nueva cepa que ahora, seguramente para evitar susceptibilidades nacionales, se denominan siguiendo el alfabeto griego. Ya vamos por la cuarta letra. La variante delta, o sea la india, viene con fuerza, amenazando con traernos una quinta ola. Llega de la mano de la imprudencia y la falta de responsabilidad por parte de algunos, y de control por parte de quienes deben ejercerlo. Parece que somos nosotros los que nos empeñamos en darle facilidades para que se asiente y siga campando a sus anchas. Por lo visto, la impaciencia juvenil por la vuelta a la diversión en grupo es superior a su temor al virus, y de ahí esa entrega ansiosa a festivales, viajes de estudios, celebración de absurdos orgullos, conciertos masivos y reuniones porque sí, que han triplicado el número de contagios. Por ejemplo, más de mil personas en ocho comunidades han dado positivo en covid, todos ellos casos relacionados con las reuniones de adolescentes en la zona de El Arenal, en Mallorca. Se dice que los jóvenes van en grupo, los adultos en pareja y los viejos solos; pues en ese instinto gregario, que protege y modela su personalidad, tienen su vulnerabilidad.

Estamos en medio de la batalla, entre la esperanza cierta, pero aún lejos de cumplirse del todo, y la incertidumbre que da el temor por ver que nos hallamos ante un enemigo capaz de reinventarse cíclicamente y de seguir expandiéndose a la menor oportunidad que se le dé. Ahora el ataque va hacia el sector que parecía más protegido por su propia naturaleza, porque aún estaba a salvo del riesgo físico que trae consigo el paso de los años; habría que pedirle que siga olvidándose por un tiempo de los impulsos primarios de su edad y aprenda a distinguir la línea que separa la diversión de la imprudencia.

Cuando todo esto acabe veremos este tiempo como el que nos puso delante de los ojos la realidad de nuestra condición vulnerable. A los jóvenes del botellón hay que advertirles de los riesgos de sus desmadres, pero a quienes nos mandan cabe exigirles unidad de criterios, claridad en las normas, rigor en su cumplimiento y olvido de razonamientos partidistas y de todos los que no sean exclusivamente sanitarios. Claro que ahí nos metemos en el campo de actuación de los políticos, y entonces ya nos resulta inevitable caer en la duda.

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