miércoles, 14 de abril de 2021

La vacuna

Es nuestra mayor esperanza para salir de esta. La única. Llegó muy pronto si se compara con otros casos parecidos, pero se nos hizo muy larga su espera, a pesar de que pocas veces la ciencia ha dado una respuesta tan rápida y múltiple a una epidemia producida por una enfermedad infecciosa. La vacuna contra el coronavirus se ha convertido en el hallazgo científico más importante, o al menos el más trascendente de los últimos tiempos, y nuestra época le va a deber el haber evitado una larga etapa de dolor y muerte, con los terribles dramas familiares de soledad en el momento final y de miedo a vivirlo en la propia carne. Y aún más, tener la posibilidad de una pronta recuperación que atenúe la crisis económica, social y laboral que se espera. La vacuna ya no es solo un deseo lejano e inconcreto. En las caras y palabras de las gentes que aguardan pacientemente en la cola de la vacunación puede adivinarse la expresión de alivio de quien por fin ve realizada una esperanza largamente mantenida.

Sigue habiendo quienes se oponen a ellas. Siempre los hubo, desde el momento en que aparecieron, hace ya más de doscientos años. Entonces se esgrimieron argumentos religiosos, éticos, de efectividad, de seguridad y hasta de libertad. Los de ahora apelan a sus posibles consecuencias como generadoras de otros trastornos, a razones económicas e incluso a extrañas conjuras relacionadas con el afán de dominio del individuo. Es curioso, pero resulta que en la era de la información global y del racionalismo aplicado, los argumentos son más débiles y presentan una mayor carga artificiosa. Es evidente que las vacunas, como la anestesia o los antibióticos, son uno de los grandes hitos de la medicina y posiblemente el que más vidas salvó. Uno aún recuerda, entre la bruma de sus pocos años, oír al médico de nuestra familia hablar de Jonas Salk, que acababa de descubrir la vacuna contra la polio, que tantos estragos estaba causando entre la población infantil en aquella epidemia de los años cincuenta. Lo citaba con la devoción que se tiene al héroe, y algo de eso quedó grabado en mí desde entonces. Esta vacuna de ahora no tiene padres conocidos. Los individuos han sido sustituidos por equipos de empresas distintas, que la han logrado obtener en un tiempo mínimo y casi simultáneamente. Es fácil de administrar y se reparte universalmente sin tener que recurrir, ni mucho menos, a acciones heroicas como la de Balmis.

La civilización no la salva siempre un pelotón de soldados, como decía Spengler, sino un científico en su laboratorio. Y si es cierto que las esperanzas corren más que el progreso, en este caso ambos han llegado casi a la vez, para bien de todos.

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