miércoles, 10 de marzo de 2021

Tres generaciones

 Cuando uno lee las memorias de algún combatiente de la guerra civil o, mejor aún, si tuvo la suerte de oír de su propia voz los recuerdos de su experiencia en las trincheras, se siente invadido por un profundo respeto y una inevitable sensación de estar ante alguien con quien el destino tiene una deuda que no va a pagar jamás. No importa el bando ni el uniforme que le haya caído en suerte; cuerpo a tierra, con las balas silbando alrededor y el aire convertido en un espeso olor a pólvora quemada, todos los miedos son iguales. A aquellos hombres les fueron secuestrados los mejores años de su juventud y obligados a vivirlos entre la metralla y el fuego de un conflicto cainita. Luego, acabada la guerra, hubieron de hacer frente a la tarea de reconstruir un país arrasado, y lo hicieron soportando todo tipo de penurias y escaseces, en medio de limitaciones de toda índole y de recuerdos dolorosos aún sin cicatrizar.

La generación siguiente, la nacida en la posguerra, ya pudo recoger los frutos de ese esfuerzo y vivió al ritmo del progreso económico que transformó el país hasta niveles nunca alcanzados. Pero al final de este período le tocaba enfrentarse a la reforma total de las estructuras políticas y sociales para poner a España en la misma línea que los países de nuestro entorno. Esta fue la generación de la Transición. Con espíritu de consenso, sin ánimo revanchista y cediendo cada uno lo necesario, una serie de políticos, apoyados por la sociedad, a la que supieron hacer partícipe de su empeño, lograron articular un nuevo sistema de convivencia que se plasmó en una nueva Constitución, aprobada en referéndum por una gran mayoría. Esta es la generación que, por primera vez en varios siglos, deja a los que vienen detrás un largo período de progreso y de paz sin adjetivos. La generación de los que ahora agonizan en soledad en las UCI o esperan en las residencias alguna visita, mientras asisten atónitos al empeño de algunos por destruir su legado. Bien merecen un recuerdo agradecido de todos.

La que ha venido después, la que ahora nos gobierna, se ha encontrado con un mundo de cambios acelerados, en el que los principios se han convertido en enunciados relativos y los valores que nos han hecho fuertes se someten a la conveniencia del momento. Además, ha tocado poder una pandilla de arribistas, criados a los pechos del estado de bienestar, que pretenden acabar con el sistema y volver a la casilla de inicio, justo el ámbito donde comenzó la tragedia de aquella otra generación. Cómo se echa de menos en estos dirigentes de hoy la fortaleza de los que vivieron la guerra y el sentido común y el patriotismo de los que hicieron la Transición.

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