miércoles, 3 de febrero de 2021

Cuando esto acabe

El día que pase todo esto y miremos hacia atrás vamos a verlo como un tiempo irreal que hemos vivido sin apenas darnos ocasión de explicárnoslo, un mal sueño del que solo las profundas huellas que ha dejado nos dan fe de su existencia. De nada nos sirvió lo que sabíamos de otras mortandades semejantes. Lo narrado en crónicas y testimonios, por fiables que sean, no tiene el valor de lo vivido en primera persona; pertenece al pasado y lo damos por ido para siempre. Por eso, cuando aparece en el presente nos sacude primero la sorpresa, luego la desorientación y enseguida el afán nervioso y acelerado por encontrar el remedio. Y al final todo se convierte en una experiencia más en nuestras vidas, de la que, si somos inteligentes, podemos sacar lecciones que nos ayuden a sobrellevar futuros casos semejantes.

Si creemos que la mejor forma de enfrentarse a una desgracia es convertirla en una oportunidad, cuando todo esto acabe puede que nos lamentemos por aquel largo espacio ocioso que no aprovechamos. Tanto tiempo libre como nos ha sido impuesto da lugar a muchas opciones de ejercer aquello para lo que hasta ahora nunca encontramos ocasión, o de fijarse un propósito para cuando todo termine, o simplemente de reordenar algunos aspectos de conducta sobre los que nunca habíamos pensado, de satisfacer aficiones descuidadas o de explorar otras nuevas. Quizá algún día nos preguntemos de qué nos ha servido haber vivido esta experiencia, además de para atiborrarnos de mensajes y pantallas. Eso en lo que se refiere al ámbito individual.

 Como sociedad, deberían nuestros gobernantes hacer un verdadero examen de las lecciones que nos deja la pandemia, acompañado de una reflexión libre de condicionantes partidistas y de encuadres sectarios, que todo lo pervierten. Por ejemplo, sobre la necesidad, de sobra demostrada, de reorganizar la sanidad pública con un criterio más centralizado, que evite el caos de normas y el barullo de medidas y horarios que vuelven loco al ciudadano, fomentan la desigualdad y crean la sensación de que no hay nadie al timón marcando el rumbo. O por ejemplo, hacerse el propósito de una vez por todas de fomentar la investigación biomédica, invertir algo más que ese raquítico 0,5 % que ahora se le dedica. Se hace evidente lo que ya sabíamos: que solo la ciencia nos puede dar la solución, y nosotros apenas nos hemos preocupado de mimarla. La vida ya no puede ser la misma después de tanto dolor y tantas muertes. Hay muchas huellas que reparar y mucho que corregir. Si no, no habremos aprendido nada.

No hay comentarios: